martes, 29 de abril de 2008

Comptine d'un autre eté (Yann Tiersen)



Dicen que la música amansa a las fieras... este tema de Yann Tiersen forma parte de la BSO de la película Amelie, y tiene el don de serenarme cuando lo escucho... una y otra vez, una y otra vez...

viernes, 25 de abril de 2008

La niña del castillo de arena

A veces nos empeñamos en complicar las cosas más sencillas. A veces, cuando intentamos explicar algo simple divagamos y damos mil vueltas a una idea haciendo que finalmente lo que se entienda sea justo lo contrario de lo que queríamos decir.

A mi me suele pasar… debe ser culpa de esta manía que tengo de expresarme escribiendo, con letras, donde me siento mas cómoda y creo que mejor plasmo lo que pienso. Pero a veces tanta letra y tantas vueltas hacen que la idea o el mensaje se pierdan o se mal interpreten. Es entonces cuando juego a comparar, a buscar metáforas que expliquen lo que quiero decir.

Ven, siéntate a mi lado y ahora pon tu cabeza en mi regazo, deja que te acaricie el pelo mientras te cuento una historia, ¿quieres?



Una vez, en una playa, una niña comenzó a construir un castillo de arena. Se sentó a la orilla del mar y cavó un hoyo poco profundo para hacer el foso… tenía prisa por verlo en pie. Con sus manos fue levantando los muros mientras imaginaba cómo sería la torre de la princesa, lo guapo que sería el príncipe, lo felices que serían viviendo en la corte… soñaba cuentos de hadas con final feliz. Pero de pronto subió la marea y cuando el castillo estaba a medio construir fue arrasado por una ola. El mar lo devoró casi entero… inundó el foso, dañó los cimientos… solamente dejó en pie parte de la torre de la princesa.
Entonces la niña lloró, lloró de pena, de rabia… el mar se había llevado de golpe todo lo que había construido con sus manos, así, sin avisar, injustamente. Se esfumaron con la espuma todos los cuentos que había imaginado. Quedó desolada y sin ganas de volver a construir otro castillo. Si el mar se lo había llevado una vez, ¿por qué no lo iba a hacer dos?, y ella no quería que eso ocurriera.
Pero aquella niña era tenaz, además de observadora, y quiso construir de nuevo el castillo sin temor a que las olas se lo llevaran. Sabía que la mar subía y bajaba con la luna y que si se quedaba tan cerca de la orilla de nuevo el agua lo inundaría todo. Entonces se apartó un poco y empezó a cavar de nuevo en la arena. Esta vez quería hacerlo despacio, sin prisas, cavando bien profundo para sentar buenos cimientos, y aprovechando la arena que sacaba para levantar una muralla alrededor del castillo para que nunca más las olas lo arrasaran. Esta vez lo haría bien, despacio, a conciencia, poniendo mucho cuidado en cada puñado de arena que apretara para levantar las paredes. Trabajaría con ilusión, con empeño, imaginando a cada poquito cómo quedaría su obra final, cuidando cada detalle con mimo. Tardaría más tiempo, si, pero lo lograría y el resultado final sería un castillo realmente maravilloso que todo el mundo admiraría cuando paseara por aquella playa. Bajaría cada día a la orilla para seguir su tarea. Si, era una niña, y a veces se distraería jugando en el agua con los demás niños o tomando el sol, pero nunca dejaría de lado aquel gran castillo que quería construir.

Allí la conocí, en esa playa, una tarde de lluvia en que, preocupada, trataba de proteger el castillo de las inclemencias del tiempo. Me agaché junto a ella, sonriendo, y le acaricié la cara.

- Te estás mojando, bonita, y te vas a enfermar. ¿No prefieres dejar el castillo e irte a jugar a otro lugar, con otros niños?
- No señorita, yo quiero construirlo y hacerlo muy grande, y muy bonito.
- Pero quizá haya tormentas, y el mar suba y lo arrase de nuevo.
- Por eso lo estoy haciendo bien, despacito, con mucho cuidado, apretando bien la arena, levantando una gran muralla alrededor para que ninguna ola lo tape.
- Bien hecho pequeña… así será difícil que lo destruya. ¿Y no prefieres construir otra cosa? Quizá barcos, o sirenas.
- No… yo quiero el castillo, porque es el castillo de mis sueños y voy a construirlo, aunque tarde mucho tiempo, aunque llueva muchos días y tenga que volver a reforzar los cimientos. Es lo que quiero señorita.
- Muy bien pequeña. Conseguirás levantarlo, lo se.

Y me fui sorprendida de la tenacidad de aquella niña, que aun sabiendo que el viento, el mar y la lluvia irían en su contra, se mantenía fiel a sus sueños y a sus propósitos. Estoy segura de que construirá el mejor castillo, un castillo de ensueño.


Jueves noche

Primero que nada explicar que, es la primera vez que lo hago, pero he borrado una entrada en mi blog. Ayer escribí cargada de rabia y cada vez que lo leo me cuesta más creer que esa soy yo. Hablé con mucha rabia, y hay veces que es mejor contar hasta diez antes de hablar. Así que donde dije “digo” digo “Diego” y “chimpún”. Para escribir cosas así, mejor no escribo.


Y ahora vamos al tema: Jueves noche.

Ayer Cristina (Yaves) exponía sus fotos en Madrid, en un local de copas en Tribunal. Hacía siglos que no salía de copas, y menos un jueves... pero ayer lo necesitaba, para desconectar, para no pensar... a pesar de que hoy estoy muerta de sueño, claro.

Cris, desde aquí te felicito. Están genial, aunque yo ya las había visto, pero verlas impresas, allí colgadas, con el local hasta arriba de gente fue fenomenal. Muchas gracias por la invitación ;) Ojalá tengas mucha suerte.

Llegué a Sol, donde me esperaba Ele. Hacía tanto que no la veía que pasé por su lado sin reconocerla... o quizá fue que no la vi porque siempre me pasa lo mismo cuando voy a Sol. Me encanta el devenir de la gente, me pierdo en sus andares por la ciudad. Y eso que siempre digo que no me gusta Madrid, que no soy urbanita... pero Sol es uno de los lugares con ese encanto especial que me engancha.

Nos pusimos al día rápido mientras caminábamos hacia Tribunal. Al llegar al garito empecé a salirme de mi. Estuve allí si, pero no era yo. Madrid a veces me hace sentir una extraña, incluso conmigo misma. Empezó a llegar gente... una cerveza, otra... Me presentaron a más de 30 personas... no recuerdo ningún nombre, pero sí las caras. Me concentré en las caras para no pensar en nada más: caras, fotos y cerveza... vaya plan. Pero de pronto sonó. No sé por qué me sorprendió, cuando sé más que de sobra que siempre me pasan este tipo de cosas, esas especie de “señales” que me dicen algo que no se interpretar en su momento. Sonó The Cure, otra vez, A forest. Es raro, pero nunca la había escuchado en una noche “de marcha” en ningún local. En cambio ayer la pusieron. Justo ayer que empecé la mañana con esa canción y lo que significaba para mi.

Y empecé a sentir ganas de irme, de escapar, de salir a pasear por la ciudad. Pero no quería ir sola, esta vez no. Cogí mi bolso, mi chaqueta, me despedí y me marché. Hacía calor, o tal vez era yo. Quería pasear, no sola, pero pasear, ir hacia el coche caminando... pero sola no. No era miedo, jamás me ha dado miedo caminar sola por la calle, ni si quiera de madrugada. Era necesidad de oír unos pasos a mi lado, de sentirlos.

Cogí un taxi pensando que así evitaría pensar en esos pasos acompañándome... Me sumergí en el asiento trasero de aquél extraño con el que crucé las palabras justas, y abrí la ventanilla. Bajamos Gran Vía, y me sentí más extraña aún... estuve tentada de pedirle al taxista que siguiera, sin rumbo, recorriendo la ciudad de noche mientras yo miraba por la ventanilla. Pero no lo hice.

Ya en mi coche me entró prisa por llegar a casa, por meterme en la cama y dormir un día más. Dormir, no soñar. Me desvestí, me lavé la cara limpiando así los restos de mi disfraz de extraña, y me deslicé bajo las sábanas. Diez minutos después, justo cuando ya dormía, otra señal, más inesperada todavía. Pensé que aun estaba durmiendo, pero no. La señal se repitió varias veces, era real. Tan real como las palabras que formaban mis respuestas, medio dormida.
Una de mis frases se quedó zumbando en mi cabeza... una vez... otra... como un eco. Y me dormí... y soñé con unas manos... unas manos que olían a hierba buena.

jueves, 24 de abril de 2008

Esta mañana...

- ...
- Deja de pensar...
- ¿Qué?... pensé que estabas dormida.
- No, yo nunca duermo cuando lo haces tu. Alguien debe velar tus sueños.
- Ya...
- Deja de darle vueltas y descansa. No te tortures.
- Lo se... pero no puedo evitarlo, a ratos...
- Cuéntame anda, ¿qué piensas?
- Pues que no se por qué...
- Nada pasa porque sí, sabes que todo lo que sucede ocurre por algo.
- Lo sé lo sé... de todo aprendo y me quedo siempre con lo bueno.
- Eso es.
- Pero y si...?
- Ni pero ni nada. Sabes que lo que tiene que pasar, pasa. Y lo que no, pues no pasa.
- Ya...
- Además, sabes que cuando una puerta se cierra tu abres ventanas. Sabes que después siempre viene algo mejor.
- ¿Mejor?... ufff, no se.
- Si, mejor. ¿Acaso no siempre has ido a mejor?
- Si... bueno... tienes razón.
- Como siempre.
- No te pases...
- ¿es mentira? Siempre acabas dándome la razón.
- Pues si, tienes razón.
- ¿Lo ves?
- No me saques la lengua, que no estoy de humor.
- Te saco la lengua y te desarropo si me da la gana. Vamos, levanta, perezosa, y deja de mirar atrás, y mira adelante.
- Un ratito más... porfa...
- He dicho que no. Ahora mismo te levantas, te duchas, te disfrazas y te vas a trabajar.

Y se levantó, dejando un lío de sábanas arrugadas a su espalda. Y no escuchó a su almohada suspirar preocupada. Se quitó el pijama despacio, dejándolo caer al suelo junto con cada pensamiento de aquella noche. Y se duchó, con agua tibia, cerrando los ojos al sentir como se depuraban sus tristezas. Secó cada gota que resbalaba por su cuerpo, y su cara... y entonces se disfrazó. Se vistió de otra piel, otra más fría, menos transparente, más dura. Perfiló la sonrisa de sus labios con un lápiz permanente para que no se borrara durante el día. Se calzó... esta vez zapato plano, paso silencioso, contacto con el suelo. Guardó las alas en una cajita bajo la cama, entre algodones... “sólo por unos días”, se dijo.

Mientras calentaba un vaso de leche miró hacia arriba, al tragaluz, y vio cómo el cielo empezaba a clarear.

- Todos los días sale el sol, que no se te olvide.
- ¡¡Quieres dejar de leerme la mente todo el tiempo!! Pareces la voz de mi conciencia...
- Chata, soy tu Pepito Grillo y no te vas a librar de mi.
- Grrrrrrrrr. Si no fuera porque tienes razón y porque sin ti no puedo dormir, me desharía de ti. ¡¡Y no pongas esa cara de lista!!
- Prrrrrrrrrrr. ¡¡Ah!! Y no pienses eso... tu siempre lo has hecho, siempre. Sigue haciéndolo. Escribe, sácalo... recuerda que siempre dijiste que el hecho de que lo leyeran no te importaba, que la finalidad no era esa.
- Lo se, esto es para mi, no para nadie... pero...
- Nada, tu hazlo.
- Ok, ok... no te pongas así.
- Así me gusta, que me hagas caso.
- ¡¡Qué remedio!!

Y se marcha de casa, y cierra la puerta. Y al ponerse al volante una canción viene a su mente. Retumba, retumba... busca entre sus cd’s y aparece. Ahí está... pista 13. Y suena... sube el volumen... más, lo sube más. Y abre la ventanilla, que entre el aire fresco y la despeine. Y canta... canta... y se repite la última estrofa... “Suddenly I stop but I know it's too late. I'm lost in a forest, all alone. The girl was never there. It's always the same. I'm running towards nothing again and again and again and again…”
[A forest, The Cure]

miércoles, 23 de abril de 2008

Regreso a la realidad

Después de un tiempo de ausencia verbal en mi blog, vuelvo.

He estado un tiempo un tanto ausente. No voy a explicar el por qué, porque quienes deben saberlo, lo saben. Y hay cosas que es mejor dejar en el aire y no dar detalles... no se si por respeto hacia otras personas, si por prudencia, o por qué, pero así lo siento. Hay cosas que son para uno mismo, y no voy a hablar del tema. Pero si voy a hablar de lo que he aprendido y de lo que siento en este instante, porque eso es mío, y sólo mío.

He aprendido que uno de los mejores consejos que me han dado en mi jodida vida me lo dio una amiga, Lidia, hace ya mucho tiempo. Me prometí hacerle caso, pero siempre se me olvida... y ella siempre me lo echa en cara, con razón.

“Cuando pruebes la profundidad del charco, hazlo sólo con un pie”


Y yo, que soy muy confiada, siempre la pruebo a dos pies, y me doy cuenta del error cuando tengo el agua al cuello. Será porque siempre confío en que habrá alguien fuera que me libre de morir ahogada, aunque tenga que sacarme de los pelos.

Y después de esto, como siempre que me caigo, no me voy a dar tregua. Ni llorar, ni estar triste, ni pensar en lo que pudo ser y no fue, ni darle vueltas una vez y otra vez a lo mismo. No me lo permito. Me calzaré las botas de tacón y sonarán, fuerte, sonará cada paso, porque ésta soy yo, y aquí estoy. Me soltaré la melena... ¡¡y que se joda el viento!!

Ésta es mi manera de superar las cosas, desde luego no dejando que el agua me cubra del todo. Me gusta hacerme la muerta en el mar, si, cubierta casi totalmente por las olas... pero siempre la boca y la nariz fuera, para respirar. Eso hago, respirar. Voy a respirar, a llenar los pulmones de aire y a volver a poner rock&roll en el coche a todo volumen, como esta mañana... debí intuir que algo pasaría, porque nada mas ponerme al volante puse un cd que hacía casi un mes que no escuchaba, desde que todo esto empezó, y lo he puesto a todo volumen, como para no pensar, con la ventanilla bajada dejando entrar el aire fresco, dejando invadir mi cuerpo por el sonido de esa guitarra eléctrica que me carga de energía y que desgarra el alba, y el alma. Dentro de mi creo que lo sabía, creo que intuía que iba a pasar esto justo hoy y por eso no estoy sorprendida.

Que suene Rosendo, que suenen los Suaves, que suene Marea, que suene Platero, que suenen Despistaos, que suene Extremo, que suene Loquillo y también Barón Rojo, que suenen Reincidentes, Los Porretas, y Siniestro... que suenen fuerte, muy fuerte. Que chirríen en mis oídos sus guitarras... sólo así podré dejar de oír su voz.

Sueños son.

Si ya lo dijo Calderón
................
que los sueños, sueños son

martes, 22 de abril de 2008

Conclusiones de genio (by 24)

Hoy necesitaba echarme unas risas, desconectar de todo un poco y tomar aire, respirar. Y como siempre, quien menos te lo esperas, te tiende una mano y una sonrisa, y encima va y te presta dos conclusiones propias de un genio.

24, eres un genio coleguita, te debo una ;) así que este post en tu honor.

Dice mi amigo el 24 que el otro día una luz divina le iluminó y llegó a dos conclusiones:

1) Si Robocop se comiera a Lassie... sería una máquina "tragaperras".
2) Dos tíos de Zaragoza en un ring de boxeo serían... un combate "amañao".

Me parto contigo! Te has ganado otro helado de chocolate belga! :P

jueves, 17 de abril de 2008

Parte meteorológico

Hoy llueve a cántaros. Las gotas son finas y frías, muy frías. De esas que te calan hasta los huesos.
Vaya, y yo sin chaqueta y en manoletinas... me voy a mojar los pies.
No tengo paraguas...
Estoy empapada... calada hasta los huesos, a pesar de que en realidad, veo llover tras el cristal.Confío en que escampe... confío.

lunes, 14 de abril de 2008

Máquina del tiempo

A veces pienso que me gustaría tener una máquina del tiempo, meterme en ella y mirar por un agujerito lo que me deparará el mañana. Así podría dejar de ponerme nerviosa con algunas cosas, o de darle vueltas innecesarias a la cabeza, o tomar siempre las decisiones correctas. Sí, parece buena idea, poder ver el futuro y tenerlo todo bajo control.

¿Y para qué? ¿Dónde quedaría entonces lo divertido de la vida, lo bonito? Si todo está calculado no hay sorpresas, lo esperas todo, es como ver la misma película una y otra vez. Te la acabas aprendiendo y pierde la esencia. Conoces la trama de memoria, te sabes el fina, ya nada te sorprende. Y puede gustarte mucho, si… pero nunca te sentirás como cuando la viste por primera vez.

No quiero ver el mañana. Quiero ver siempre el hoy. Porque mañana será hoy… y poco a poco todos los días serán hoy. Quiero dibujar cada hoy con un pincel nuevo que estrene cada mañana. Quiero elegir cada día un color con el que pintar mi hoy. Quiero sorprenderme cada día, ilusionarme, vivir. Y mañana, si me toca llorar, me secaré las lágrimas y seguiré caminando. Pero quiero vivir hoy. Me da igual mañana, me da igual ayerquiero hoy, muchos hoy… y sonreir.

domingo, 13 de abril de 2008

Mi ventana

Horas… horas dando vueltas en la cama, horas del sofá a la ventana, de la ventana al sofá, horas de no hacer nada, horas de cambiar de canal, horas de no ver nada, horas de pensar y pensar.

Odio las tardes de domingo.

Y me siento delante de la pantalla, y tecleo dos palabras que me llevan a cientos de páginas… y he encontrado una imagen que hace ya mucho tiempo que vi en una de esas películas que siempre me hacen soñar.




Los amantes del Círculo Polar... Ana y Otto.

Recordé la película... y él saltó por su ventana... valiente.


¿Saltarás tu por la mía?

;)

miércoles, 9 de abril de 2008

La leche ¡¡qué día!!

6.15 a.m. Suena la charanga. Wake up!! Al bajar de la cama no encuentro mis zapatillas ¡¡joder qué frío está el suelo!! Vuelo hacia la ducha... ¡¡fríaaaaa, está fría!! Grrrrrrrr siempre me tiene que tocar a mi. Rápido, a desayunar... ¡¡no hay leche!! Grrrrrrrr ya desayunaré en el curro. Me visto, me seco el pelo y arreo escaleras abajo a coger el coche. ¿Las llaves? En mi cuarto. Vuelvo corriendo como alma que lleva al diablo, las cojo y de vuelta al coche. Sólo voy 5 minutos más tarde de lo habitual... no problem.

7.45 a.m. El atasco es monumental. Estoy a menos de 1km de mi trabajo pero parada. Un trailer lleno de cajas de leche – y no mala, como la que se me está poniendo a mi – ha volcado justo en la última rotonda antes de llegar a mi curro. ¡Ya podía haber volcado en mi casa, que estamos sin leche! Finalmente llego a tiempo, no así el resto de mis compañeros de oficinas.

8.00 a.m. Atravieso fábrica para fichar y me parece tener una visión. Una de mis cajas está impresa en Negro42... ¡¡y debería ir en Azul39!! Ficho, vuelvo a mi sitio y enciendo el PC dispuesta a buscar la ficha de impresión de esa referencia y darle al encargado de fábrica con ella en las narices, a ver si aprende – él y el maquinista de turno - a distinguir que Negro42 ¡¡es negro!! y Azul39 ¡¡es azul!!. Peeeeeeeero no me da tiempo, porque se abre la puerta tras de mí y aparece el transportista estrella, alias Pancho Villa y el jefe de almacén. La administrativa de almacén no ha llegado y necesitan urgentísimo dos albaranes ¿y a quien le toca? A la menda lerenda. Pero eso no es todo, porque se vuelve a abrir la puerta. El encargado de fábrica reclamándome nosequé plano de nosecual caja... ¡¡ me tienen ya hasta el higo y acabamos de empezar!!

08.15 a.m. Pancho Villa y jefe almacén se van echando leches con los albaranes hechos. Y ahora viene lo bueno... me encaro con el encargado de fábrica. Por partes chato: el plano que me pides está donde debe estar. Si, como siempre, no sabes ni donde tienes la mano derecha, no es mi problema. Y ahora mira conmigo esta caja... ¿de qué color son las letras? Negras. ¿Y qué color dice en la orden de trabajo que deben ser? ¡¡AZUL 39!! ¿Cuántas planchas habéis impreso? 5000, o sea, todas. ¿Y ahora qué? Esta caja tenía que haberla servido ¡¡ayer!! Y me la imprimes ayer tarde y mal. Informe de No Conformidad. Despachado, que hoy estoy justiciera.

8.30 a.m. Llamo al cliente de la caja Azul39 (ahora Negra42). Me dan ganas de decirle que al encargado de fábrica de este turno le sacamos del zoológico y no sabe leer, pero le tengo que hacer la “mamadita de turno” y contarle una milonga fantástica sobre proveedores de tintas y diferencias entre pantoneras para justificarle el cambio de color en sus letras. Que no se volverá a repetir, que estoy muy arrepentida y me daré 5000 latigazos, uno por caja, y si hace falta haré el Camino de Santiago de rodillas. Se apiada de mi y me dice que no hay problema, pero que Santo Tomás, una y no más.

8.45 a.m. El cliente porculero empieza con su tarea favorita: dar por culo. Pedido urgente de 1.500 formatos para dentro de una hora. Lo lleva claro, porque para ello tengo que volver a pegarme con el de fábrica y con el de almacén, con los dos. Y el de fábrica, vale, pero el de almacén mide 1.90, 4x4, y es lo más parecido al enano gruñón de Blancanieves. Pero como hoy estoy guerrera – no sé si ha sido por la ducha fría o por la falta de leche de la buena... – me pongo a ello y les lío para que me lo tengan a tiempo.

9.00 a.m. Como llevo sólo una hora aquí y ya me han saturado, voy a ver si me tomo un cafelito... Hoy es mi día: cafetera vacía y encima sucia. Me toca fregarla y poner el café. La gente no entiende que a quien se le acaba le toca fregarla y ponerla. Mientras se hace, bajo a fumarme un cigarro... se me ha quedado el mechero sin gas ¡¡y no hay nadie más fumando!! Increíble pero cierto. Así que paso a fábrica y ¿a quién me encuentro? Al del zoo. Le pido fuego y me mira con cara de perro. Guau. Me fumo mi pitillo y vuelvo a por mi cafelito recién hecho... ¿y qué me encuentro? Los posos. Los cabrooooones de mis compañeros – no tienen otro nombre hoy – han llegado al comedor mientras yo fumaba y se han puesto sus cafelitos, y me han dejado un culín. Mecawenlaostiaputayenlasotadebastos!!!! Me lo tomo con leche – de la mala y de la buena – y vuelvo a mi sitio... un poco más relajada, eso si, pero no sé por qué.

Son las 11.30 justo ahora que termino de escribir esto. No sé cuántos marrones y jodiendas más me deparará el día.
En días como hoy, me acuerdo de Mariano, que siempre decía:
“Hoy puede ser un gran día, hasta que venga alguien y te lo joda”Menos mal que a mi no me da la gana hoy de dejarme joder (el día). ¡¡Y estoy de muy buen humor!!

:P

martes, 8 de abril de 2008

Juguete roto

Se rompieron las piezas y ahora estás de rodillas y con las manos en la cabeza, como un niño, lamentándote por tu mala suerte. No fue culpa tuya, a veces pasa. Hay juguetes tan delicados que siempre corren riesgo de romperse. Pero no te preocupes, que yo recogeré los pedazos con cuidado de no quebrarlos más. Les limpiaré el polvo soplándolos uno a uno delicadamente, y los guardaré en una cajita. Después, poco a poco, iré uniéndolos con un hilo mágico, pero muy poco a poco... tardaré días, semanas, meses, quizá incluso años. Pero prometo que al final quedará como nuevo, incluso mucho más bonito que antes de haberse roto. No hagas nada, tu sólo confía en mi.

lunes, 7 de abril de 2008

Julian, el pastor.

El domingo fui con mi familia al pueblo de mis tíos. Se trata de un pueblecito pequeño perdido en mitad de la Alcarria, digamos que entre Imon, Jadraque y Sigüenza. Uno de esos lugares en los que los vecinos que viven allí durante la mayor parte del año no suman el medio centenar. Cinco o seis calles mal asfaltadas, casas viejas, puertas abiertas y un solo bar que sólo abre los fines de semana y en verano. Un lugar donde hace un par de domingos se celebró la primera boda religiosa desde hacía más de veinte años y por eso fue todo un acontecimiento. Un lugar donde los pocos niños que hay aún juegan en la calle durante todo el día sin preocupaciones, como lo hacía yo hace ya dos décadas y como ya no se ve en ningún sitio. Un lugar donde todos se conocen. Un lugar en donde puedes andar por mitad de la carretera durante kilómetros sin ver pasar un solo coche. Un lugar en el que, si cierras los ojos e ignoras los tractores y las mulillas mecánicas, puedes sentirte como transportado en el tiempo cuarenta años atrás.
Siempre me gustó ese pueblo y sus moreras. Siempre me gustó su silencio y lo acogedor de su gente. Recuerdo haber pasado allí un par de semanas cuando era pequeña, con mis primos. Ya entonces me llamó la atención aquél hombre al que sólo veía alguna noche de tarde en tarde. He vuelto al pueblo muchas veces, a pasar el día con la familia, y alguna vez he vuelto a verle, pero muy pocas veces.
Julián es pastor. Tendrá unos cincuenta años pero parece que tuviera diez más. De hecho yo siempre le recuerdo viejo, siempre tan curtido por el sol. Heredó el oficio de su padre y es lo único que ha hecho toda su vida, cuidar de sus ovejas. Salía de casa de buena mañana y regresaba de noche. Pasaba el día en el campo con el ganado, arreglando las naves donde guardaba sus ovejas... siempre trabajando de sol a sol. Un trabajo duro si, pero estaba siempre feliz. En casa esperándole su mujer y sus hijos, cuando volvía siempre era fiesta.
Hace unos años a la gente aún le parecía raro que conservara un trabajo así. Todo el mundo trabaja en fábricas, oficinas, etc... pero el ser pastor lo veían como algo del pasado. El no. ¿Para qué cambiar de oficio si así era feliz? No tenía un jefe que le exigiera, sus obligaciones se las imponía él y sus ovejas, no tenía un horario al que someterse, y disponía de mucho tiempo para hacer cosas que le gustaban, como leer durante horas en mitad de un llano, tumbado bajo la sombra de las moreras. Y además, económicamente no le iba mal. Los meses fuertes cubrían los flojos, pero balance siempre positivo, muy positivo.
Ayer le vi a medio día, en el único bar del pueblo, tomándose un vermouth rojo con mi tío. Cuando nos vio llegar nos reconoció, a pesar de habernos visto contadas veces. Julián siempre tan cercano, como si te conociera de toda la vida. Nos extrañó verle allí a esas horas, porque normalmente los domingos aprovechaba que tenía por allí a sus hijos mayores echándole una mano con el ganado. Pero allí estaba, en el bar, tranquilamente.

- ¡¡Hombre Julián!! Qué raro tu por aquí...¿hoy te han dado el día libre las ovejas?
- Uy... pero si ya no las tengo – lo dijo cargado de tristeza.
- ¡¡No me digas!! ¿Qué ha pasado?
- Las he vendido todas.

Casi se le saltaban las lágrimas. Nos contó que las había vendido hacía unos meses. Le pregunté si es que el negocio iba mal, pero negó con la cabeza.

- O las vendía, o la mujer se separaba – dijo medio en serio, medio en guasa.

Mari estaba cansada de sus ausencias y le había pedido mil veces que dejara el campo y las ovejas, pero él siempre se negaba y alegaba que eran su vida, que era lo único que había hecho desde niño y que así era feliz, le gustaba su forma de vida. Pero reconoció que en los últimos tiempos el trabajo se había multiplicado. Los chicos habían acabado sus estudios y se habían marchado a vivir fuera y ahora no tenía su ayuda. Se había juntado con casi dos mil cabezas de ganado y él solo no podía si no era echando muchas, muchas horas.

- Yo no quería, pero Mari insistía... y una mañana llegó un tío con un todo terreno y se paró a hablar conmigo en mitad del campo. Me dijo que compraba ovejas, que si le vendía alguna y a qué precio. Y bromeando le dije que todas y le dije un precio que en realidad era el doble de lo que valían. Las echó un vistazo y se sacó un fajo de billetes del bolsillo y me lo dio como señal. ¡¡Me cago en la ostia, qué cabreo me pillé!! No conté ni el dinero. Lo eché en la mochila y me fui a casa deseando no haberle dicho que vendía todas. Cuando llegué la Mari me preguntó cómo había ido el día, como siempre... y le dije que había vendido las ovejas. No me creyó, así que le dije que mirara en mi mochila. Debía haber mas de nueve mil euros sólo de señal. Entonces me creyó. Se las vendí todas, hice muy buena venta la verdad. Y ahora pues estoy trabajando en una empresa... pero no es lo mismo, a mi no me gusta. Cualquier día compro ovejas...
Le miraba a los ojos mientras nos lo contaba y eran todo tristeza. Todos le decían que ahora estaba mucho mejor, que trabajaba 8 horas y a casa, que libraba sábados y domingos, que tenía un sueldo fijo... todo ventajas. Pero él seguía echando de menos su trabajo, ser pastor. Le entendí. Ahora le absorberá la rutina, el estrés, la vida moderna... con lo a gusto que estaba él con sus ovejas, en aquél pueblo perdido en la Alcarria, viviendo en paz.

domingo, 6 de abril de 2008

Sigo viva

A veces siento miedo. Miedo de convertirme en un témpano de hielo, en una roca de granito, en una estatua de sal. Miedo de convertirme en aquello que tantas veces deseo ser para evitarme los pesares.
A veces me abandono al deseo de otros. Juego a no ser yo, a transformarme en mujer fría que sólo busca el placer físico. Y me complace ese disfrute, no lo niego. Pero después la transformación se deshace y vuelvo a ser yo, y entonces ya no hay goce, sino culpa, y ese vacío que tantas veces me persigue y del que sigo huyendo siempre.
El vacío me da miedo, tanto como la frialdad continua. Temo que la nada se apodere de mí y me deje carente de sentimiento. Y me aterra no sentir, porque no sentir es morir.


En la oscuridad de la noche, mirar la luna tras la ventana, gotas de lluvia rodando por el cristal. Música en mis oídos y en mi olfato aroma a cera caliente de unas velas encendidas para alumbrar al silencio. Mecerme con los acordes que toca un aliento acercándose a mí, paso a paso, despacio, acariciando con la mirada lo que después cobijarán sus brazos. Y un abrazo, por la espalda… y el vaivén de sus pasos y los míos. Su nariz en mi cuello, el roce de mi pelo en su cara, sentirme protegida… y el abrazo se estrecha. Y soñar


Pues no… no debo estar muerta aún.

martes, 1 de abril de 2008

¿Sueño? o...

Crucé aquél muro de adobe escarbando la tierra. Era tan alto que no era capaz de saltarlo, así que ahondé en el suelo usando mis manos y todo lo que encontré que pudiera servirme para cavar un hoyo lo suficientemente grande como para atravesarlo.

Estuve a punto de rendirme. Mis fuerzas flaquearon cuando me vi empapada en sudor y muerta de frío. Pero una voz interior no dejó que me diera por vencida. Fue él, estoy segura... y tal vez mi yo del otro lado, deseando mostrarme mi pasado... y mi futuro.

Cavé y cavé, y no me rendí. La tierra cedía ante la insistencia de mis manos, abriéndo el paso para mostrarme el camino. Cuando el hoyo fue lo suficientemente grande gateé por él hasta cruzar al otro lado del muro. No sabía qué era lo que iba a encontrar, pero no tuve miedo. Reconocí ese lugar como mío, a pesar de no haber estado allí nunca. Un llano se abrió ante mí, verde, limpio, rodeado de bosque. Al fondo unas viejas casas y cerca de ellas, algunas personas mirándome de forma tranquila, sin extrañeza.

Me levanté del suelo y sacudí mis ropas. Ya no eran las mismas. Una vieja falda de tela oscura y una blusa de lino gastada por el tiempo era todo lo que vestía; iba descalza. Llevaba el pelo suelto, ondulado y largo, de un rubio un tanto rojizo. Reconocí mis ojos y mi piel, siempre tan blanca. Era distinta, pero era yo.

Caminé hacia las casas, decidida, como si conociera el camino. La gente me saludaba al pasar por su lado, incluso me sonreían cariñosamente... me conocían y yo, extrañamente, sentía que también les conocía a ellos.

No sabía hacia dónde iba, pero seguí a mis pies y a mi corazón, que sí debían conocer el camino. Llegué a la puerta de una casa. Era una puerta pequeña, de una hoja, curvada en la parte superior, formando un arco. No llamé, sino que entré con toda naturalidad, como si fuera mi casa...

Nada más cruzar el umbral un niño pequeño, de unos cinco años, corrió hacia mí. Era rubio y pecoso... me recordó a alguien, me resultó familiar. El niño llegó hasta la puerta y me abrazó por la cintura, y yo... yo sonreí y le acaricié el pelo. Era mi hijo... Entonces fui consciente de dónde estaba... Recorrí con la vista el lugar donde me encontraba. Las paredes eran blancas, encaladas, un tanto sucias por el humo del hogar que ardía en un rincón. Sobre el fuego un caldero humeando... olía bien, muy bien. Cerca de allí había una basta mesa de madera y cuatro sillas, y detrás una cuna... Desde donde estaba no podía ver si dentro había un bebe, pero lo supe. Era una niña. El niño me soltó y corrió a jugar a algún rincón... creo recordar que allí, con él, jugaba otro pequeño.

Entonces me giré hacia la izquierda, y allí estaba él. Me observaba serio desde un rincón. Había dejado de hacer algo y me miraba. Sus ojos eran oscuros y profundos, tan aparentemente serios que a penas dejaban ver la sonrisa que brotaba de ellos. Sólo otra mirada llena de complicidad sería capaz de leerlos y saber que además de sonrisas, aquellos ojos emanaban amor. Y esa otra mirada era la mía. Sentí cómo mi cuerpo se veía atraído hacia el suyo... mi corazón tiraba de mí. Me acerqué, muy despacio, observando cada rasgo... su pelo ensortijado, su tez morena, lo anguloso de su cara, sus fuertes brazos, su pecho... No dejó de mirarme a los ojos un solo instante. Su respiración se agitó suavemente cuando estábamos más próximos y al llegar a él se incorporó un poco más. Nos mirábamos, reconociéndonos, sin hablar.

De nuevo oí aquella voz interior: “estás aquí”. Era su voz, que se mezcló con la mía en mi cabeza. Estaba allí. Llevó su mano a mi cara y la acarició, rozó mis labios con la yema de sus dedos... temblé. Y entonces me besó, tan suave y delicadamente que aquel beso me pareció una caricia al corazón. En ese instante lo entendí todo, y mis ojos se llenaron de lágrimas. “No llores... te esperaré”. Cerré los ojos y respiré profundamente, tan cerca de él que absorbí su olor. “Tienes que irte...”. No podía moverme pero sabía que aquél ya no era mi lugar y tampoco mi tiempo... tenía que volver. Clavé mis ojos en los suyos por última vez y sé que, aun sin pronunciar palabras, me escuchó...”te buscaré...te encontraré... te esperaré... no me olvides”. Sonrió, volvió a besarme y me giré hacia la puerta. Oí un pequeño llanto que venía de la cuna y vi a los dos niños mirarme y sonreír. Les devolví la sonrisa mientras en mi mente resonaban palabras...”volveré... volveremos a estar juntos...lo se”.

Crucé la puerta y la cerré tras de mí. Al principio sentí vacío. Lloré. Lloré primero amargamente. Era injusto haberlos sentido para luego tener que dejarlos allí. Pero después lloré de alegría... eran mi vida, mi pasado, mi futuro. Salí de allí segura de que algún día, en algún tiempo, volveríamos a encontrarnos.

Cuando regresé, un pensamiento quedó fijo en mi cabeza. Cogí mi cuaderno y le escribí: "Viajé en el tiempo, buscándote, buscándome, buscando mi lugar… Espérame, porque te seguiré buscando allá donde estés.”

Un ratito más

Enredada en el calor de las sábanas, envuelta en oscuridad... Cada mañana el despertador me saca de mi letargo... un ratito más. Y me doy media vuelta y me acurruco, intento alargar el momento... sólo un ratito más, por favor. Y el despertador vuelve a sonar y yo... un ratito más.

No es pereza, es sólo que necesito alargar los momentos agradables, como cada despertar del día nuevo. Me paso la vida pidiendo un ratito más.

Un ratito más en la ducha, un ratito más paseando al sol, un ratito más para correr bajo la lluvia, un ratito más en aquella cama, un ratito más de aquél concierto, un ratito más de mil risas, un ratito más para charlar, un ratito más de ese abrazo, un ratito más de silencio, un ratito más en la playa, un ratito más en el mar, un ratito más de su vida, un ratito más de una mano en la mía, un ratito más de tus letras, un ratito más de cada persona, un ratito más de mi misma...

Dame un ratito más, por favor.