miércoles, 26 de diciembre de 2007

(IV)

Se sentaron al calor del hogar charlando como dos viejos amigos entre vasos de sidra y humo de tabaco. Maria danzaba por allí, siempre trajinando en las tareas de la casa. En una de sus entradas y salidas a la salita puso sobre una silla una pequeña maleta vieja de tela desgastada y llena de polvo. Miguel les estaba contando que había pasado el día en Cabo Peñas, que le había fascinado el lugar desde el momento en que lo vio en la vieja estampa y que sentía curiosidad por saber quién había escrito aquella dedicatoria y por qué. Maria y Chano cruzaron sus miradas asintiendo y después miraron hacia la silla en la que descansaba la pequeña maleta.

- Claro que conocemos la historia de esa foto Miguel, yo he vivido en esta pequeña aldea toda la vida y he conocido a todos cuantos han pasado por aquí durante mis más de ochenta años – le dijo María con la voz notablemente emocionada.
- ¿Entonces conoció a Luciano? Me encantaría saber si él tomó la foto y quién debía esperarle allí, si le esperó... todo, me gustaría saberlo todo. No entiendo por qué, pero siento la necesidad de saberlo...
- Lo sé muchacho, lo sé. Desde que me contaste por qué viniste aquí, supe que tendría que contarte la historia de esa vieja foto – le dijo Chano – Quiero que esta noche te lleves esa maleta y la abras cuando estés solo. Haz lo que debas con lo que encuentres en ella... Mañana ven a devolverla y te contaré el resto, ¿entendido?

Miguel se quedó extrañado de tanto misterio. ¿Por qué Chano sabía que le preguntaría por la foto? ¿Qué había en la maleta? ¿Qué le contaría mañana? Su impaciencia le desbordaba, quería salir en ese instante hacia la casa y abrir esa maleta cuanto antes. Hizo intento de levantarse para despedirse por esa noche, pero María le retuvo.

- Cenas con nosotros, ¿verdad, Migueliño?
- Cómo no... – intuía que no aceptarían un no por respuesta. Además, tampoco podía negarse. Eran tan buena gente y tan amables con él que se lo debía, aunque tuviera que esperar para ver el contenido de la maleta.

Mientras cenaban, Chano le preguntó si se había fijado en los cuadros con fotos y pinturas que adornaban su salón.

- Si, son fantásticos. Sobre todo las pinturas. ¿De quién son?
- De Luciano.
- ¿¿De Luciano?? ¿El Luciano de la dedicatoria de la foto?
- Si muchacho, si – rió Chano – son todos de Luciano. Algunos los pintó muy lejos de aquí.
- Pero... son todo paisajes asturianos, ¿no es cierto?
- Si, todos. Pero los tenía en su memoria y los pintaba para no olvidarlos.
- Vaya... ¿y en dónde estaba?
- Lejos...muy lejos...
- Ve a casa, Miguel, es tarde – le dijo María mientras recogía los platos de la mesa.
- Si, es tarde... Gracias.
- De nada, Miguel... hasta mañana muchacho.
- Hasta mañana.

Miguel cogió la maleta y salió a la calle. Había bajado la niebla y el pueblo, desierto en esa época del año, parecía un lugar fantasma. Cruzó la calle, abrió el portón de la casa y casi al instante se encontró sentado en la cama con la maleta delante. Estaba nervioso, no sabía qué era lo que iba a encontrar. Desajustó las correas que la cerraban despacio y tomándose su tiempo, poco a poco, fue abriéndola...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

sniiiiiffff que emoción! joe que mala eres leches, lo dejas siempre en lo mejor. Me da algo de miedo leer esta historia, que lo sepas, me da la impresión de que me vas a hacer llorar.
bessos

Editorial dijo...

"Estaba nervioso, no sabía qué era lo que iba a encontrar."

No nos dejes así Sonrisa, que no es justo...

Confío en que mañana nos quites la curiosidad sobre esa maleta o si no te mandaré un virus por correo jaja

Recuerda... Tengo tu dirección jajaja (risa malévola)

Patricia dijo...

apagoelsol... uis uis, mala leche me ha dicho ajjajaja :PPPPPPPPPP

Lightkeeper jajajajaj de virus na ehhh que bastante mal tengo el pc como para que me lo chafes mas jajajaja

Disculpen ustedes la tardanza en actualizar el blog y seguir con la historia... pero es que ya sabeis.. las fechas, las fiestas, las resacas... mañana mas ;)

Besos, y Feliz Navidad.