domingo, 4 de noviembre de 2007

De vuelta del puente

El otoño es una de las épocas del año que más me gusta, si no la que más. Dicen que es triste, melancólico, gris… y sí, tienen razón, pero nos regala placeres que ninguna otra época del año nos dan.

Acabo de aterrizar en casa después del puente y aun tengo en mi retina y en mis oídos los regalos de este otoño. Y es que es un placer dejar el coche y los atascos de lado, los ruidos mundanos, y hasta la cobertura del móvil y perderte en cualquier lugar del planeta bañado de otoño. Yo me he perdido en Albacete, esa Castilla enorme y llana en su mayoría… cómo me gusta, tan austera en sus construcciones, tan aparentemente humilde, y a la vez tan grande y rica en todo su ser. Y qué decir de sus campos y montes, sus sierras… me encanta ese terreno tan rojizo, tan arcilloso, tan agradable a la vista. Y esas sierras escarpadas con cortados de vértigo. Sé que hay a quien pueda no gustarle, pero a mí me encanta.

Me perdí en la Sierra de Alcaraz, más concretamente en el término de Riópar. Y digo en el término porque ni tan si quiera nos alojamos en el pueblo, sino en una cabaña en medio de la sierra, en plena naturaleza, a la que accedíamos por un camino rural. Perdidos del mundo, sin televisión, sin radio, sin internet, sin cobertura… Rodeados de agua que brota por cualquier sitio, de hayas, álamos, enebros, chopos, pinos…Qué regalo es ver tan variado tipo de vegetación en otoño. Qué lindas se ven las laderas de las montañas con tantos tipos de ocres, marrones, rojizos, amarillos y verdes. Qué placer es caminar por la montaña oyendo el crujir de las hojas bajo tus pies, tu respiración agitada por la caminata, el agua brotando entre cualquier roca o siguiendo el cauce de un río… simplemente escuchar el silencio siendo invadido por la naturaleza, y sólo por ella…merece la pena. Sólo en otoño puedes disfrutar de semejante paseo y volver a la cabaña con un tenue frío en el cuerpo y la cara, encender la chimenea y seguir regalándote con el chisporrotear de la leña, ¡qué delicia! Ese olor, la suave luz que el fuego desprende, ese agradable calor… Y regarlo todo con una buena compañía… en mi caso esta vez ha sido familiar.

He caminado muchísimo por senderos en plena montaña hasta llegar a chorros y cascadas impresionantes, me he asomado a balcones sobre el río Mundo surcando valles con precipicios inmensos, me he sentado a comer un bocadillo en una pradera dándome cuenta quince minutos después que 100 metros mas allá había una manada de reses bravas (casi me muero, lo juro, me metí en el coche echando hostias jajjajaja), he reído (mucho, muchísiiiiiiiiiiiiimo), he probado la gastronomía de la tierra (mmmm sin palabras), y sobre todo he disfrutado, de mi gente, del entorno, del paisaje, de la naturaleza, y cómo no, de estos días soleados de otoño que tanto tantísimo me gustan.

Fotos? Pues yo no llevé la cámara, pero tenemos fotógrafa oficial en la familia que sí que la llevó… así que en cuanto me las pase prometo colgar algunas. Aunque doy fe que todas las fotos que salen en internet de la zona son reales y verídicas, incluso diría que no hacen justicia: aquello es mucho mas bonito en vivo y en directo.

Balance: Muy positivo, y esperando repetir.

PD: ¿y ahora como coño voy a trabajar yo mañana? jajajajaja poquitas ganas ehhh