jueves, 3 de julio de 2008

Judas

Y al llegar el alba el gallo cantó.
Tres veces me habías negado, tres.
Un puñado de monedas te bastó
para venderme al olvido.
Y ahora que camino descalza,
ahora que el polvo me cubre los pies,
siento tu mirada tras de mi.
No voy a girarme y ver
la culpa que tus ojos reflejan.
No voy a girarme y decir
que no hay perdón para ti.
No es a mi a quien traicionaste.
¿Podrás perdonarte?
Yo si, pues la cruz apenas pesa ya,
casi no siento las espinas de mi corona,
ni tan si quiera pueden perturbarme las lanzas.
Y ahora que lavo mis manos
después de arrancarme los clavos
ya no es sangre lo que brota,
sino sal y arena.