viernes, 29 de febrero de 2008

La Pitón

Tengo un compañero, que a su vez tiene una hija, que a su vez tiene un amigo, que a su vez tiene (o tenía) una serpiente pitón (ya hemos llegado a donde íbamos). Sí, lo que oyen – leen. Como quien tiene un perro o un hámster, este buen hombre tenía una pedazo de serpiente pitón en su casa, suelta, sin correa ni bozal ni bolita de plástico en la que dar vueltas. Desconozco si la serpiente le llevaba las zapatillas con la boca, si saltaba juguetona ante el plato de comida o si le traía el hueso a su amo cuando éste se lo tiraba. Lo que sí sé es que por lo visto dormía enroscada a los pies de su dueño, en la cama, como un lindo gatito.

Hace unos meses el muchachito empezó a preocuparse, porque la señora pitón comía menos de lo habitual y tenía algunos trastornos alimenticios, así que la llevó ... no, al endocrino no. En qué estaría yo pensando... La llevó al veterinario, para ver a qué era debida su desgana. Vaya por dios, a ver si se ha vuelto anoréxica –pensó el chaval. Claro, la pobre pitón, venga a ver en la tele y en la Vogue que su piel está de moda para hacer bolsos, zapatos y cinturones, pensaría que cuanto más delgada, menos piel, por tanto menos posibilidades de morir a cuchillo y abierta en canal para luego ser llevada a los pies, manos o cadera de alguna “animala” de otra raza... de alguna raposa o zorra por ejemplo.

Al tema, que me pierdo. El caso es que llevó a señora pitón al veterinario y éste le hizo un examen exhaustivo. Diagnóstico: mandíbula desencajada. Pobre – pensó nuestro amigo el animalero – con razón no come... ¿Y ahora qué, una escayola? ¿Una operación maxilofacial? Y lo más importante ¿a qué es debido su problema en la mandíbula?

Si no conociera el final de la historia y los verdaderos motivos del problema de mandíbula de la pitón, me pondría a conjeturar a cerca de las razones del mal que afecta a la bicha, y probablemente diría cosas tan dispares como que realmente la serpiente le lleva las zapatillas a su amo, que calzará con toda seguridad un 45 esparramao y usa botas con punta de acero... o me preguntaría si es que el amigo además de animalero practica la zoofilia... y en este caso qué tamaña medida de miembro ha de tener para desencajarle la mandíbula a una pitón. Pero la realidad a veces supera a la ficción, y aunque mis ideas a cerca de las causas del problema parezcan descabelladas, desde luego la verdadera realidad es mucho más increíble y sorprendente.

En esas estaba el amigo animalero, preguntándose sobre los motivos y las posibles soluciones al problema de su querida amiguita, cuando el veterinario le sacó de sus pensamientos y le hizo una pregunta. “¿Usted ha notado alguna otra actitud rara del animal?” En el tono y la mirada del médico de animales se notaba que la pregunta tenía trama.... Pensando y pensando, el animalero calló en la cuenta de un pequeño detalle que comenzó a suceder mas o menos a la vez que la falta de apetito de la pitón, detalle al que no había dado importancia en absoluto ya que le parecía gracioso, pero se lo comentó: Desde hacía unas semanas su amiguita no dormía enroscada a sus pies, sino que se estiraba a lo largo en la cama, en paralelo a su cuerpo, junto a él.

- Le aconsejo que, o bien meta a la pitón en un terrario que es donde debiera estar, o que se deshaga de ella.
- ¿Cómo? Pero...¿por qué? ¿es que no tiene solución? Ayyy... mi pitón...
- Si, si tiene solución... pero el que puede que no la tenga es usted si no hace alguna de esas dos cosas.
- ¿Qué?

Pues bien... que la serpiente pitón tuviera la mandíbula desencajada no era por llevarle a este buen hombre sus zapatillas, ni por hacerle “limpiezas de sable”, ni por un golpe o caída... la buena señora pitón se lo estaba provocando a sí misma, preparándose para ingerir algo de gran tamaño. Por eso tampoco comía tanto... reservaba su apetito para el gran postre. ¿Y cual era el postre? Adivinen por qué dormía estirada junto a su dueño.... ¡¡ le estaba tomando medidas !!

Desconozco lo que hizo finalmente este hombre con su compañera de cama, pero en vistas de que no he leído en los periódicos ninguna noticia tipo “hombre engullido por una serpiente pitón” prefiero suponer que en el mejor de los casos ha metido a su amiga en un terrario... y desde luego, si finalmente se deshizo de ella, no quiero ni imaginar cómo lo hizo... por si acaso levantaré la tapa del Wc y miraré antes de sentarme a hacer pipi, no vaya a asomar por ahí la muy....

Moraleja: vigila bien a quien duerma estirado a tu lado, ¡y vigila tu Wc!

miércoles, 27 de febrero de 2008

Los caminos del Señor son inescrutables

“Los caminos del Señor son inescrutables”… Pues oiga oiga, que los de la Señorita – aquí presente – también lo son.

Y resulta que justo cuando iba a emprender el viaje por el camino elegido, me di cuenta de que había un tercer sendero en el que no había reparado, pero del que sí había oído hablar. Y no sólo eso, sino que hacía tiempo que quería recorrerlo.
Ante mí una tercera opción. El 3 siempre fue uno de mis números así que… adivinen qué camino escogí. Al hacerlo, di la espalda a los otros dos. No sé si podré tener de nuevo la oportunidad de recorrerlos… tal vez no. Pero siempre he sido y seré consecuente con mis actos y mis elecciones, y tengo muy claro que hoy –ahora- mi camino ha de ser el 3. ¡¡Es mi oportunidad!!

¡¡Al ataque!!

lunes, 25 de febrero de 2008

Cruce de caminos

La vida es un continuo cruce de caminos. Hace tiempo que me percaté de ello y no me parecía del todo mal, porque tener la posibilidad de elegir entre las vías que se te ofrecen nos hace libres. A mi personalmente todo esto me da la posibilidad de complicarme la vida un poco más eligiendo siempre los caminos más difíciles. Si, debo ser algo estúpida, porque en lugar de escoger los caminos rápidos, cortos y sencillos yo siempre opto por los complicados. ¿El por qué? Pues ni yo lo se.

Quizá sea porque siempre me gustaron los retos... tal vez porque pienso que lo fácil no siempre es lo mejor. Y cuantas más voces se levantan y me gritan que escoja la vía rápida, más me empeño en coger el camino campo a través montaña arriba. Aun sabiendo que tropezaré con mil piedras, que el barro me hará resbalar y podré caer colina abajo, que me ahogaré en el esfuerzo por llegar a la cumbre... Pero también se que si llego arriba será una gran satisfacción, que tomaré aire a pleno pulmón y seré feliz.

Puede ser que me canse a mitad de camino y de la vuelta... puede ser que incluso desfallezca en el intento. Pero si consigo conquistar la cima será todo un regalo, un gran premio. ¿Merecerá entonces la pena el esfuerzo? Seguro que si.

Estoy ante el cruce y ya he elegido qué camino tomar. Veremos qué me depara.

Diario de viaje: Día 1.
Anudo mis botas de montaña concienzudamente, quiero que mis pasos sean firmes. Reviso mi mochila, no puede faltar nada; toda precaución es poca. Compruebo que la cuerda guía que me sostiene sigue firme. Sé que al otro lado estará alguien sujetándola y que si algo va mal tirará de mi para traerme de vuelta al inicio y cambiar de camino. Tengo miedo, si, lo reconozco. Lo desconocido siempre asusta. Pero el miedo no me paraliza, sino que hace elevar mi adrenalina y me empuja hacia delante.

Esta noche me adentraré en el camino.

viernes, 22 de febrero de 2008

Cosas bonitas

- ¿Por qué dices eso?
- Porque es cierto.
- No lo es. ¿Cómo puedes decir que nunca has vivido algo bonito?
- Pues porque nunca lo he vivido.
- Qué mala memoria tienes...
- Si tú lo dices.
- Claro que lo digo yo.
- Ya habló la lista.
- No, la lista eres tú, que te acuerdas de lo que quieres. Memoria selectiva se llama.

“Hacía frío aquella tarde. Era invierno y Madrid se había vestido de ceniza y luz para recibirnos. Paseamos por sus calles, tranquilos, despiertos... atentos a cada movimiento del otro. A veces sentíamos frío y casi sin querer nos acercábamos más. Hablamos, reímos, callamos... La noche nos fue envolviendo y el silencio se hizo un tanto incómodo en aquel banco donde nos sentamos a descansar. A nuestro lado unos novios se besaban. Los observé de reojo, deseando ser ella... y después te miré. Tú, esquivo, bajaste la mirada y balbuceaste un par de palabras en un intento absurdo de romper el silencio. Días después me confesaste que también deseabas besarme, pero en aquél momento te faltó valor.

El frío de aquella tarde gris de invierno no daba tregua, y pronto buscamos cobijo en un bar. Cenamos, uno frente al otro, con las manos sobre la mesa, siempre cerca, muy cerca. Nos buscábamos los ojos... y después, como si las miradas quemaran, bajábamos la vista hacia el vaso de vino, intentando ahogar en él la nube de pensamientos y sensaciones que nos invadían. Entonces llegaba de nuevo el silencio, que en realidad lo decía todo.

Al salir del bar pusiste tu mano en mi cintura, y no quise que la apartaras nunca. Pero lo hiciste. Caminamos de nuevo juntos, muy cerca, camino de la boca del metro. Te reías de mis ocurrencias y yo disfrutaba con ello. Siempre me gustó especialmente la cara que ponías cuando sonreías, la forma en que se ensanchaba tu mirada.

Había sido una noche casi perfecta... o tal vez fue perfecta del todo. Sería por eso que cuando el vagón comenzó el camino de vuelta a casa yo me quedé muda. A pesar de que el metro iba casi vacío, nos quedamos de pie, junto a la puerta. Apoyé mi cabeza en el cristal y cerré los ojos... me daba miedo mirarte. Me preguntaste si estaba bien y te dije que sí, que sólo un poco cansada. Pero en realidad estaba luchando conmigo misma. Deseaba con todas mis fuerzas que aquél vagón se parara y con él, el tiempo. Deseé que alguna fuerza extraña lo hiciera parar, frenar en seco y que la inercia me llevara a tus brazos. Deseé que me miraras... y lo hiciste, pero yo no me atrevía a comprobarlo... De nuevo, días después, me confesaste que tú también quisiste parar el tiempo, que yo te mirara... me dijiste que en aquellos momentos buscaste mis ojos para leerlos y que no los encontraste.

El trayecto se hizo eterno, igual que el tiempo que estuvimos en mi coche, con la calefacción a tope para deshelar las lunas, que empañadas y llenas de escarcha nos protegían de las miradas ajenas. También ahí quise besarte y no lo hice. Estabas nervioso, lo noté, pero no supe interpretar que tus nervios eran porque tú deseabas lo mismo que yo.

Al final nos besamos, en las mejillas... dos besos de despedida, como otro día cualquiera. Pero no había sido una noche cualquiera. Me contaste después que aquella noche a penas pudiste dormir, que soñaste despierto con las horas que pasaste conmigo, imaginando que habíamos paseado de la mano, que sí me habías besado en el parque, en el metro, en el coche... Yo sí que dormí. Al llegar a casa también recordé cada momento y de la misma forma que tu imaginé cómo hubiera sido si en lugar de ser dos amigos paseando hubiéramos sido algo más. Y tomé la decisión de decirte al día siguiente todo lo que había sentido.

Lo hice, te conté todo esto que cuento ahora, con tantísimo miedo en el cuerpo que temblaba, pero tú no lo viste porque no estábamos cara a cara. Mi miedo se convirtió en deseo y urgencia cuando me dijiste que tú habías sentido lo mismo y quise salir corriendo a buscarte para darte lo que no te había dado la noche anterior. Pero tuve que esperar dos noches más para tener tus labios, dos noches más para tocarte y sentirte, para olerte, para tenerte. Dos noches que se esfumaron cuando abriste la puerta aquella mañana y por primera vez nos besamos, sin decir nada. Dos noches más para sentir tu mano sobre la mía, para tener tus ojos muy cerca... tan cerca que vi lo que había dentro sin temer lo que vendría después. Dos noches más para acabar en tu cama enredada entre tus sábanas y tu piel.

Muchas más noches hicieron falta después para olvidarte. Pero en ninguna de ellas pude perder el recuerdo de aquellas dos citas.”


- Tienes razón... sí que he vivido cosas bonitas.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Satisfaction!!!!

Cómo puede cambiar tu vida – en este caso, tu situación laboral - en poco más de año y medio... no era tan consciente de ello como lo soy hoy después de meditar sobre la reunión que tuve esta mañana.

A eso de las 12 me ha llamado mi Jefa de Departamento y me ha dicho que me daba tres minutos para estar en el despacho del Director Gerente. “Nos vamos a reunir los tres”, así, sin más explicación. Reconozco que me he puesto nerviosa y como siempre mi cabeza ha entrado en ebullición. Hervían mis ideas, y de sus vapores se desprendía “será porque me van a hacer indefinida, justo hoy que cumplo un año aquí”... “será que me han pillado entrando en internet y me va a caer la bulla del siglo”... “será que me van a denegar las vacaciones en las fechas que yo he pedido”...”será que han descubierto mi blog y no les ha gustado ver que he contado cosas como mi relación con la Perra Vieja, el simulacro de incendio que hicimos, o cuando nos quedamos encerrados en el ascensor”... “será que... será que...”. Pero cuando subía en el ascensor se ha evaporado la última idea, ha chocado con el techo y ha bajado goteando por el espejo... y la he visto, frente a frente, y he sabido para qué me llamaban. Mi intuición no ha fallado.

No es un ascenso, pero para mí es como si lo fuera (de hecho puede ser la puerta o el paso para subir un escalón más). Desde hace meses colaboro con otro departamento que no es del que formo parte, y con el que guardo muy buena relación – mejor incluso que con el mío –, y la persona encargada de ese otro departamento se ha quedado embarazada. Cuando de a luz estará al menos 4 meses de baja y habrá que suplirla. Querían saber si yo estaría dispuesta, porque ellos quieren que sea yo, pero debían consultarme si yo estoy de acuerdo. Evidentemente, y por muchísimas razones, mi respuesta ha sido afirmativa. Sé que esto implicará más responsabilidad, más carga de trabajo y, por desgracia, enfrentamientos de tipo laboral con los compañeros. Pero también sé que a medio-largo plazo puede suponer un cambio definitivo de departamento y todo lo que eso conlleva... como por ejemplo: desvincularme totalmente de la perra vieja y su chupa culos (es más, quedaría por encima de ellas...jur jur jur), eliminar un eslabón de la jerarquía superior a mi (ya no dependería de mi jefa actual... de hecho durante la suplencia sólo tendría por encima al gerente... y eso es un poquito acojonante, pero a la vez satisfactorio), etc... y todo esto sin mencionar las mejoras económicas a las que se vería afectado mi bolsillo.

No todo será miel sobre hojuelas... soy consciente de que se avecinan meses duros... primero tendré que aprender muchas cosas que aún no sé, habrá un periodo de aprendizaje que se solapará con mi trabajo habitual y teniendo en cuenta que ya ando bastante justa de tiempo, sé que me voy a estresar.

Pero bueno, no adelantemos acontecimientos... aún quedan semanas y reuniones de por medio para ver cómo organizamos todo este jaleo.

Por lo pronto, ya me he quedado sin las vacaciones que había pedido en septiembre... justo en ese mes está previsto que mi compañera de a luz, así que tengo que consumir mis vacaciones antes. Pero no hay mal que por bien no venga... y es que por otro lado me han propuesto recientemente un viaje al extranjero que durará entre 3 y 4 semanas y que no iba a poder hacer... pero ahora que tengo que adelantar mis vacaciones probablemente pediré que me las den juntas para poder hacerlo.


Hace exactamente un año y medio presenté mi carta de baja voluntaria a la jefa más tirana, egoísta, hija de puta y soberbia que he tenido y tendré en mi vida. Trabajé durante 2 años para esa persona, soportando unas condiciones laborales pésimas y un trato personal que rozaba lo vejatorio. Jamás pensé que a la vuelta de un año y medio - ¡¡tan solo un año y medio!! – estaría como estoy ahora en cuanto a lo laboral. Por eso hoy si, si puedo decirlo en voz alta: estoy muy satisfecha.

Que suenen los Rolling!!! Mick Jagger decía que no podía tener satisfacción, pero yo si!

Des---Variando

Hay veces que confundo las palabras.
Se elevan, distorsionan sus formas, y vuelven a caer haciéndo resonar sus ecos, que son muy distintos a lo que en verdad sale de las bocas.
Hay veces que vivo en otra realidad.
Mis sentidos se vuelven selectivos, manipuladores, y huelo, veo, oigo, saboreo y siento lo que me da la gana.
Creo que soy yo, que lo transformo todo por culpa de mi esquizofrenia paranoide, mi enajenación mental transitoria y mis trastornos de personalidad bipolar.

Vale, estoy loca, lo reconozco. Mentira. No, no estoy loca. Los locos son el resto, sois vosotros... todos.

- ¿Y tú con quién hablas?
- Contigo.
- Si soy sorda.
- ¿Y qué? Y yo muda.
- Entonces, ¿cómo nos estamos comunicando?
- Con la mente.
- Qué bien, así no nos manipularán los sentidos.
- Pues tienes razón.
- Claro que tengo razón, porque soy La Razón, Tu Razón.
- ¡¡Anda coño!!
- Que no, que soy tu razón, no tu coño.
- Eso, eso. Pues encantada eh.
- Lo mismo digo. ¿Y tu quien eres?
- Yo soy Papa Noel.
- Si, no?
- Anda pues claro, ¿no ves mis barbas?
- Si, y tus tetas. Tu no eres Papa Noel, tu eres la mujer barbuda.
- Oye oye, sin pasarse.
- No, si no he llegado.
- ¿A dónde?
- A donde iba.
- Pues bueno, sigue tu camino.
- Que va, ahora prefiero esperar.
- ¿A qué?
- A que den las diez.
- Aun son menos cuarto.
- Pues ya llego tarde.
- Pues corre.
- No, que me canso.
- Venga, pues sube, que te llevo.
- Arre arre.
- Ehhh, pero sin tirar del pelo.
- Perdona, fué sin querer queriendo.
- Ya hemos llegado.
- ¿Cuánto te debo?
- Invita la casa.
- Pues muchas gracias, ponme otra ronda.
- Marchando.
- Si acabamos de llegar.
- Pues es verdad... entonces me voy.
- Pues hasta la vista.
- No, si me voy contigo.
- ¿Y eso?
- Es que soy tu sombra.
- ¿Pero no eras Mi Razón? Ah no, que eras la mujer barbuda.
- No, yo soy tu.
- ¿Y tu eres yo?
- Pues si.
- ¿Y quién es más tonta de las dos?
- Yo - ¡¡ Tú !!
- Tu - ¡¡ Yo !!
- Estamos apañás...

lunes, 18 de febrero de 2008

En ocasiones veo...¡¡clones!!

Físicamente no me parezco a mis padres, ni a mi hermana. Como mucho tengo algún rasgo de mis abuelos o incluso de parientes lejanos, pero poca cosa. De ahí que me resulte curioso y hasta gracioso cuando me pasan cosas como la de este fin de semana.

Estaba yo en una terracita al solecillo, tomando unas cañitas con limón, en un pueblo costero de Alicante. Cuando la camarera vino a tomar nota se dirigió a mi, cosa que no me extrañó porque me suele pasar, no se si porque tengo cara de ser amable – supongo – o porque enseguida tomo las riendas para pedir. Tras un par de rondas me levanté a pagar a la barra y entonces ocurrió…

Un hombre de unos cincuenta años, no más, estaba solo, tomándose un tercio y charlando con la camarera. Me acerqué a ellos para pedir la cuenta y noté como el caballero giraba la vista en mi dirección. Primero supuse que miraba al televisor, que quedaba justo a mi espalda… pero tengo vista panorámica y pronto me percaté de que no miraba a la tele, sino a mi. Mi cabeza empezó a funcionar… “ya he ligao!” pensé medio en coña. Pero mientras la chica calculaba lo que le debía, el hombre seguía clavándome su mirada. Me observaba fijamente y de forma descarada, tanto así que me llegó a incomodar. De pronto no pudo más y me agarró por el brazo obligándome a girar y ponerme frente a frente. Sus ojos se clavaron en los míos y no decía nada. El tiempo se paró y se hizo incómodo. Su mirada me interrogaba y yo no sabía por qué. Así que – un tanto irónica – le pregunté:

- Qué, ¿me conoce?
- Discúlpame, pero no te lo vas a creer – dijo, y a juzgar por su cara no se si estaba medio en trance o alucinado total.
- ¿Pero es que me conoce? – yo ya no sabía qué pensar. Mis ideas fluían y desvariaban intentando descifrar por qué aquél hombre me miraba así y qué era lo que yo no me iba a creer.
- Si no llegas a hablar hubiera jurado que…
- ¿Qué?
- Eres igualita que mi sobrina. Sólo cambia la voz y la forma de hablar. ¿Tu no eres de por aquí, verdad?
- Pues va a ser que no – dije ya más relajada – y que yo sepa no tengo familia en Alicante.
- Pues te juro que eres igual igual que mi sobrina, es que llevas hasta el pelo igual. ¿Verdad Ana? – le dijo a la camarera.
- Es que yo pensaba que era ella cuando les serví la mesa.
- En serio, dos gotas de agua.
- Vaya, así que tengo una doble en Alicante ¡y yo sin saberlo!

Me dio la risa. Pagué, me despedí de “mi tío” y salí de allí deseando encontrarme a mi doble alicantina por las calles de aquél pueblo… pero no hubo suerte.

Es la primera vez que me pasa algo así en directo, pero no es la única vez que alguien me dice que me ha visto en algún lugar donde no he estado.

Mi amigo Nacho vive en Pamplona, y ya son más de dos las veces que me ha dicho que me ha visto en la calle, que se ha cruzado con una chica igualita que yo y que de hecho ha estado a punto de hablarle pensando que me había dado la vena y había subido a verle. No he estado nunca en esa ciudad y no tengo familia allí, con lo cual ni era yo ni una prima lejana que se me pareciese.

Hace tres años – o cuatro – me fui en Semana Santa a Cuenca, a ver por primera vez la procesión de los turbos. Llegamos a la ciudad encantada a eso de las doce de la noche, derechitos a tomarnos un café hirviendo para paliar el frío que hacía. Digo lo del café para que conste en acta que no había bebido alcohol – ni tomado drogas – cuando vi con mis propios ojos mi cara en un cartel. Caminábamos calle arriba dos amigos y yo, cuando pasamos al lado de una marquesina de autobuses con una foto enorme donde se veía la famosa procesión, cientos de personas vestidas de turbos. La imagen era del año anterior. Al pasar, mi carácter observador hizo que me percatara de algo extraño en la foto, pero pasé de largo… hasta que uno de los amigos que me acompañaban me paró.

-¿Has visto eso? – sorprendidísimo.
- Creo que si… - sabía exactamente a qué se refería. Yo había visto lo mismo pero me pareció una alucinación.
- Pero tía, ¡que eres tú!
- No puedo ser yo, puesto que es la primera vez que vengo… y esa persona va vestida de turbo y yo jamás me he vestido así.
- Joder Patri, ¡pues es que eres tú!
- Alucino… si no supiera que yo no he estado jamás aquí, yo misma diría que soy yo.
- ¡¡ Tienes una doble en Cuenca!!

Tendré que decirle a Jesús que también tengo una en Alicante, Pamplona… y en algún pueblo de Madrid cercano a Alcalá de Henares… que ésta también fue graciosa.

Me presenta una compañera de curso a su marido y el tío me saluda de lo más familiar. Me extrañan las confianzas, pero le sigo el rollo. Al rato empieza a hablar de trabajo y me dice:

- ¿Te acuerdas del día aquél que llovía tanto y patinaban los palets en la rampa?
- ¿Perdón?
- Si joder, iba yo a cargar un trabajo para la empresa ******* y me estaba ayudando Alberto cuando saliste tu y te pusiste perdida de agua.
- ¿Yo? Manolo, creo que te confundes… yo no te he visto nunca antes de hoy.
- ¿Cómo que no? Pero si tu trabajabas en la empresa ******* de Meco ¿no? y allí voy yo a hacer muchos portes.
- Que no Manolo, que no.
- ¡¡Que si mujer!! ¡¡Cómo no te vas a acordar!!
- Manolo que te juro que no, que yo no he trabajado nunca en Meco.
- No me lo puedo creer.
- Que te lo digo en serio hombre, que no era yo.
- Pues tía, hay había una chica igualita que tu, jurao.
- Pues tendré un clon.

Pues ya son tres, y la original, contando que no haya más.

Toda la vida pensando que soy única y resulta que estoy clonada y esparcida por España (espero que sólo sea por España, por el bien de la humanidad).

jueves, 14 de febrero de 2008

San Valentín

Hoy no voy a quejarme de que es San Valentín, de que es sólo un negocio y un invento del Corte Inglés (lo siento, ya me estoy quejando).

Hoy, algo típico de éste día... para todos los que no tengan con quien pasarlo, como yo.

Feliz San Valentín.


Eres viento que sopla y que mueve molino.
Arrecias y azotas, silbas a lo lejos avisando tu llegada,
y cuando te acercas, chocas de golpe contra mi.
A veces amainas, y llegas suave, lento, pausado.
Acaricias mi pelo, mi cuerpo... lo meces,
y yo me abandono al vaivén de tus brazos.
Eres agua que arrasa mis días,
que llueves, que mojas, que sanas...
Agua que limpia mi manantial,
y que bebo sorbo a sorbo para saciar mi sed.
Mas, sobre todo, eres el fuego
que quema mis ganas en la hoguera de tu cuerpo,
que abriga y calienta cada rincón de mi vida
y que me hace arder con el incendio de tus ojos.

martes, 12 de febrero de 2008

El arte de la pesca

El otro día hablaba yo con una de esas personas en principio anónimas y que luego no lo son tanto. Una de esas personas que a mi me gusta llamar Maestros, porque siempre te enseñan algo sin querer – o sin querer queriendo, como decía aquél -, y mientras hablábamos me sorprendió con una gran lección, de esas que jamás olvidas y tratas de aplicar en tu día a día.

Voy a hablarte del pescador y del pescado – me dijo – y del arte de pescar. Y a mi me pareció raro que habláramos de peces cuando yo le había preguntado sobre hombres. Pero callé y escuché, atentamente, sin saber muy bien si me tenía que posicionar del lado del pescador o del pescado.

"Pescar es un arte, y no todo pescador es bueno. Puedes tener buen cebo, buena caña, buen anzuelo, estar en el mejor río y tener la suerte de que en ese instante pase por allí un banco enorme de peces... pero si no sabes pescar, te irás de brazos vacíos. Seguramente algún pez picará el anzuelo, eso seguro. Coleteará lleno de fuerza porque no quiere ser pescado. Entonces el mal pescador dará un tirón de su caña y recogerá el hilo tan rápido como pueda. Craso error, porque el pez usará sus energías para zafarse del anzuelo y lo hará, se liberará, y el pescador se quedará con las manos vacías.

Pero el buen pescador es paciente y tiene su táctica bien aprendida. Cuando el pez pica el anzuelo y coletea lleno de fuerza, le da carrete, le deja moverse, cansarse, pero sin soltar del todo... el pescado pierde energía y es entonces cuando el pescador tira suavemente del hilo, muy poco a poco... El pescado se resistirá, y volverá a colear... y el pescador volverá a soltar carrete dejando que se agote, que deje de resistirse... y cuando así sea, volverá a tirar de él, suavemente, recogiendo el carrete de forma firme, segura... acercándose cada vez más al pescado, a punto de tenerlo en sus manos.
El buen pescador repetirá esta operación cuantas veces sea necesario, hasta que el pez deje de oponerse a ser pescado y caiga rendido en sus manos. Todo un alarde de paciencia, todo un arte."

Lo entendí a la perfección... soy mal pescador. Siempre tiro, inconscientemente, tiro fuerte de la caña cuando el pez pica el anzuelo, y entonces lo pierdo. Pero ahora conozco la forma de hacerlo, y lo haré.

No contento con hablarme de pescadores y pescados, me habló de fútbol y de construcción, aunque la lección venía a ser la misma.

"En el fútbol nunca debes jugar siempre con la misma táctica. Es decir, no puedes jugar siempre al ataque, ni siempre a la defensiva. De nada te sirve jugar al ataque si tu oponente no está a la defensiva. Hay que saber adaptar tu juego a la actitud de tu adversario. Si se repliega, ataca, ataca con tus delanteros, busca un hueco en su defensa y entra en el área. Cuanto más cerca, más posibilidades de marcar. Y si él ataca, defiéndete, que no se rompa tu alineación, no dejes huecos por donde pueda marcarte. Siempre es un tira y afloja, un ataco-defiendo... así es el juego.

Lo mismo con la construcción... Tu no puedes dar siempre cal y no dar arena, porque no conseguirías una masa resistente, sino que se desmoronaría. Hay que dar una de cal y una de arena, a partes iguales, para que la masa sea sólida y la construcción no se venga abajo.

Y ahora, aplícate el cuento pequeña saltamontes – me dijo - , pero eso sí, aunque emplees estas tácticas, nunca dejes de ser tú, porque tu esencia es la base para que todo salga a pedir de boca."


Lo entendí Maestro - le dije-. Dar cera, pulir cera.

domingo, 10 de febrero de 2008

Sólo por un tiempo...



Voy a dejar de soñar por un tiempo, y es que no quiero hacerlo.





No soporto una espalda más cuando ofrezco mi mano.





No soporto un paso atrás cuando yo si avanzo.





No quiero más mentiras ni ilusiones , no las quiero.





A veces quisiera ser gris y carecer de color.





No tener luz que iluminara los pasos que doy.





Y ser ciega y no ver , sorda y no oír , muda y no hablar.





Adentrarme en mis profundidades y cerrar la puerta.





Porque si cierro no entras y si no entras no estás.





Si no estás no eres , y si no eres no existes .





Y lo que no existe, no duele .

viernes, 8 de febrero de 2008

Lista de la compra

- Chubasquero, para no mojarme cuando llueven penas.
- Botas de agua, para pisar sobre los charcos de mierda – y no barro- que se forman cuando llueven penas sin mancharme los pies.
- Paraguas, para usarlo de bastón y no resbalarme, o para usarlo como arma contra cualquiera que lo merezca.¡¡Ah!! y para comprobar la profundidad de los charcos antes de meterme en ellos.
- Careta, para ocultar la cara de imbécil que se me queda a veces con los absurdos... o para que no se vea que llevo escrito en la frente “soy gilipollas, puedes joderme”.
- Un disfraz de mala malísima, para parecerlo al menos, ya que no consigo serlo.
- Un diccionario, pero de los de verdad, no de los de la RAE. Un diccionario donde diga que Si significa No, donde diga que Adelante significa Vete. Sólo así entenderé a la gente.
- Un manual, a juego con el diccionario, que explique cómo no ser uno mismo, cómo no ser natural y espontáneo, y sobre todo que explique cómo se debe actuar y cómo mentir.
- Una goma de borrar. Obvio para qué.
- Un cuaderno de pastas azules – si, como el de un tal Aznar – para escribir una lista negra.
- Un bolígrafo negro, para hacer la lista.
- Una correa corta, muy corta, para atar a mi imaginación.
- Un bozal, para mi boca sincera.
- Una vacuna, contra la rabia..
- Un vaso largo, muy largo, para que no se me llene tan rápido.
- Una sartén, para freír huevos, o hacer huevos revueltos.
- Una cubitera llena de hielos, para estar más fría, ser más fría.
- Papel de aluminio, para envolverme el corazón.
- Una escoba y un recogedor... o un aspirador.
- Una manta que abrigue mucho y me tape los pies.
- Unas zapatillas para correr.
- ....

*Dejo la lista abierta... creo que necesitaré más cosas.

lunes, 4 de febrero de 2008

Novela

Quiero ser novelista del tres al cuarto y escribir una historia mediocre sin intrigas ni giros imprevisibles y trágicos en la trama; una novela de happy ending que no sorprenda, donde todo lo que pasa en ella se esperaba.
Quiero que nadie jamás la publique y que nunca nadie lea mis letras; enterraré cada página donde no puedan ser encontradas.
Y te preguntarás el por qué de este absurdo deseo. Piensa, tu sabes bien el por qué.