lunes, 1 de octubre de 2007

Documental: El cortejo.

Hacía tiempo que no veía un documental de Félix Rodríguez de la Fuente, pero el sábado por la tarde pude ver uno sobre el cortejo de los animales de dos patas: el ser humano. Se produjo a un par de metros de mí, en directo y con público.
(Que suene en tus oídos la música de los documentales de Félix y lee lo siguiente con su voz)
Nos encontramos en uno de los lugares de reunión entre los seres de la especie humana: una plaza de toros, fiestas de un pueblo, llamémosle V. De entre tantos machos y hembras mi atención repara en un grupúsculo distinto a los demás. Son los llamados “munipas”, machos guardianes de la manada. Y cercana a ellos una hembra, no perteneciente a su clase social. Lejos de llevar a cabo su labor como guardianes e impedir que cualquier cosa distrajera su atención y les impidiera cumplir su función, me encontré con que iba a presenciar en primera fila todo un ritual de cortejo.
Allí estaba el macho Alpha, el más alto y esbelto, el mas machote de todos los munipas, pose seria, interesante, piernas bien abiertas y espalda erguida, mano en la porra. Rodeándole dos machos inferiores, también de la casta de los munipas, misma pose, misma actitud. Y muy cerca de ellos la hembra. No era ni mucho menos la hembra mas bella, pero sí debió ser la más valiente (o la más ignorante) para acercarse así a semejante grupo de machos-munipas. Lo que sí tenía era un objetivo fijo: el macho Alpha.
Observé como poco a poco la hembra se adentraba disimuladamente en el círculo formado por los machos-munipas, iniciando contacto verbo-gestual con los de rango inferior. Intercambiaban sonidos guturales, hacían gestos con sus manos pero no se tocaban; aún era una extraña entre la manada de machos-munipas y debía ganarse su confianza... sólo así podría acercarse al macho Alpha, que seguía con su pose de jefe de la manada, sin mirarla, parecía ignorarla. Pero poco a poco ella fue ganando terreno. Los pequeños machos-munipas parecían aceptar su compañía y entonces ella se soltó la melena lista para empezar el cortejo hacia el macho Alpha. Comenzó acercándose más directamente a él, sin tocarle aun, pero sí hablándole:
- ¿Y tu eres de aquí? No te había visto antes, debes ser nuevo.
El macho Alpha se irguió más aún, orgulloso, sacando pecho. Parecía haber ignorado a la hembra hasta ese momento, pero nada más lejos de la realidad. Eso formaba parte de su ritual de cortejo. Se había estado haciendo el interesante provocando más aún la curiosidad de la hembra y lo había conseguido; allí la tenía, delante de él... pero no se lo iba a poner tan fácil. Él era el macho Alpha y no podía mostrar debilidad tan rápido, así que se mantuvo firme, serio, hablaba sin mirarla:
- Si, vivo aquí.
El primer contacto se había hecho efectivo. El cortejo daba comienzo. Ella inició un baile de acercamientos y alejamientos, acompañándolo de sonidos y roces con sus manos o con alguna parte de su cuerpo. Él pareció ir relajando su pose de machito y cediendo ante los envites de la hembra. Comenzaron los cruces de miradas; lascivas las de ella, mientras lamía sensualmente las pipas de girasol que se estaba comiendo, interesadas las de él, que abandonando ya por completo su pose machito, había dejado de la mano de los pequeños machos-munipas las labores de la guardia para centrar toda su atención en la hembra y su cortejo.
Estaban listos para pasar a la fase siguiente: el ritual de apareamiento. Pero aquí acabó el documental, porque acabó el concurso de recortes que estábamos viendo en la plaza de toros y se nos citaba a todos en la plaza del pueblo a tomar un vermouth, así que el macho Alpha tuvo que dejar de un lado el ritual del apareamiento y postponerlo... aunque no se yo si acabarían en los baños portátiles de la plaza....
Me encanta ver estos documentales en directo y narrárselos en “voz en off” a los que tengo alrededor . Puedo asegurar que no me enteré de la mitad del concurso, yo estaba al loro del ritual, radiándolo... y poniendo la banda sonora del documental con mis comentarios, mis risas y las de mis amigos. Qué bien se lo tenía que pasar don Félix Rodríguez de la Fuente...