jueves, 24 de abril de 2008

Esta mañana...

- ...
- Deja de pensar...
- ¿Qué?... pensé que estabas dormida.
- No, yo nunca duermo cuando lo haces tu. Alguien debe velar tus sueños.
- Ya...
- Deja de darle vueltas y descansa. No te tortures.
- Lo se... pero no puedo evitarlo, a ratos...
- Cuéntame anda, ¿qué piensas?
- Pues que no se por qué...
- Nada pasa porque sí, sabes que todo lo que sucede ocurre por algo.
- Lo sé lo sé... de todo aprendo y me quedo siempre con lo bueno.
- Eso es.
- Pero y si...?
- Ni pero ni nada. Sabes que lo que tiene que pasar, pasa. Y lo que no, pues no pasa.
- Ya...
- Además, sabes que cuando una puerta se cierra tu abres ventanas. Sabes que después siempre viene algo mejor.
- ¿Mejor?... ufff, no se.
- Si, mejor. ¿Acaso no siempre has ido a mejor?
- Si... bueno... tienes razón.
- Como siempre.
- No te pases...
- ¿es mentira? Siempre acabas dándome la razón.
- Pues si, tienes razón.
- ¿Lo ves?
- No me saques la lengua, que no estoy de humor.
- Te saco la lengua y te desarropo si me da la gana. Vamos, levanta, perezosa, y deja de mirar atrás, y mira adelante.
- Un ratito más... porfa...
- He dicho que no. Ahora mismo te levantas, te duchas, te disfrazas y te vas a trabajar.

Y se levantó, dejando un lío de sábanas arrugadas a su espalda. Y no escuchó a su almohada suspirar preocupada. Se quitó el pijama despacio, dejándolo caer al suelo junto con cada pensamiento de aquella noche. Y se duchó, con agua tibia, cerrando los ojos al sentir como se depuraban sus tristezas. Secó cada gota que resbalaba por su cuerpo, y su cara... y entonces se disfrazó. Se vistió de otra piel, otra más fría, menos transparente, más dura. Perfiló la sonrisa de sus labios con un lápiz permanente para que no se borrara durante el día. Se calzó... esta vez zapato plano, paso silencioso, contacto con el suelo. Guardó las alas en una cajita bajo la cama, entre algodones... “sólo por unos días”, se dijo.

Mientras calentaba un vaso de leche miró hacia arriba, al tragaluz, y vio cómo el cielo empezaba a clarear.

- Todos los días sale el sol, que no se te olvide.
- ¡¡Quieres dejar de leerme la mente todo el tiempo!! Pareces la voz de mi conciencia...
- Chata, soy tu Pepito Grillo y no te vas a librar de mi.
- Grrrrrrrrr. Si no fuera porque tienes razón y porque sin ti no puedo dormir, me desharía de ti. ¡¡Y no pongas esa cara de lista!!
- Prrrrrrrrrrr. ¡¡Ah!! Y no pienses eso... tu siempre lo has hecho, siempre. Sigue haciéndolo. Escribe, sácalo... recuerda que siempre dijiste que el hecho de que lo leyeran no te importaba, que la finalidad no era esa.
- Lo se, esto es para mi, no para nadie... pero...
- Nada, tu hazlo.
- Ok, ok... no te pongas así.
- Así me gusta, que me hagas caso.
- ¡¡Qué remedio!!

Y se marcha de casa, y cierra la puerta. Y al ponerse al volante una canción viene a su mente. Retumba, retumba... busca entre sus cd’s y aparece. Ahí está... pista 13. Y suena... sube el volumen... más, lo sube más. Y abre la ventanilla, que entre el aire fresco y la despeine. Y canta... canta... y se repite la última estrofa... “Suddenly I stop but I know it's too late. I'm lost in a forest, all alone. The girl was never there. It's always the same. I'm running towards nothing again and again and again and again…”
[A forest, The Cure]