miércoles, 25 de julio de 2007

Una de Coelho

- ¿Qué debo hacer para sumergirme en el desierto?
- Escucha tu corazón. Él lo conoce todo, porque proviene del Alma del Mundo, y un día volverá a ella.

[…]


- ¿Por qué hemos de escuchar al corazón?- preguntó el muchacho cuando acamparon aquel día.
- Porque donde él esté es donde estará tu tesoro.
- Mi corazón está muy agitado – dijo el chico - . Tiene sueños, se emociona y está enamorado de una mujer del desierto. Me pide cosas y no me deja dormir muchas noches cuando pienso en ella.
- Eso es bueno. Quiere decir que está vivo. Continúa escuchando lo que tenga que decirte.

[…]


- Mi corazón es traicionero – dijo el muchacho al Alquimista cuando pararon para dejar descansar un poco a los caballos -. No quiere que yo siga adelante.
- Eso es una buena señal – respondió el Alquimista – Prueba que tu corazón está vivo. Es natural que se tenga miedo de cambiar por un sueño todo aquello que ya se consiguió.
- Entonces, ¿para qué debo escuchar a mi corazón?
- Porque no conseguirás jamás mantenerlo callado. Y aunque finjas no escuchar lo que te dice, estará dentro de tu pecho repitiendo siempre lo que piensa sobre la vida y el mundo.
- ¿Aunque sea traicionero?
- La traición es el golpe que no esperas. Si conoces bien a tu corazón, él jamás lo conseguirá. Porque tú conocerás sus sueños y sus deseos, y sabrás tratar con ellos. Nadie consigue huir de su corazón. Por eso es mejor escuchar lo que te dice. Para que jamás venga un golpe que no esperabas.



El muchacho continuó escuchando a su corazón mientras avanzaban por el desierto. Fue conociendo sus artimañas y sus trucos, y aceptándolo como era. Entonces, dejó de tener miedo y de sentir ganas de volver, porque una tarde su corazón le dijo que estaba contento. "Si protesto un poco - decía su corazón – es porque soy un corazón de hombre, y los corazones de hombre son así. Tienen miedo de realizar sus mayores sueños porque consideran que no los merecen, o no van a conseguirlos. Nosotros, los corazones, nos morimos de miedo sólo de pensar en los amores que partieron para siempre, en los momentos que podrían haber sido buenos y que no lo fueron, en los tesoros que podrían haber sido descubiertos y se quedaron para siempre escondidos en la arena. Porque cuando eso sucede, terminamos sufriendo mucho".

- Mi corazón tiene miedo de sufrir – dijo el muchacho al Alquimista, una noche en que miraban al cielo sin luna.
- Explícale que el miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento. Y que ningún corazón jamás sufrió cuando fue en busca de sus sueños…

[…]

"Cada momento de búsqueda es un momento de encuentro – dijo el muchacho a su corazón - . Mientras busqué mi tesoro, todos mis días fueron luminosos, porque yo sabía que cada momento formaba parte del sueño de encontrar. Mientras busqué este tesoro mío, descubrí por el camino cosas que jamás habría soñado encontrar, si no hubiese tenido el valor de intentar cosas imposibles para los pastores".

[…]

"Cada hombre sobre la faz de la tierra tiene un tesoro que lo está esperando – le explicó-. Nosotros, los corazones, acostumbramos a hablar poco de esos tesoros, porque los hombres ya no tienen interés en encontrarlos. Sólo hablamos de ellos a los niños. Después, dejamos que la vida encamine a cada uno hacia su destino. Pero, desgraciadamente, pocos siguen el camino que les ha sido trazado, y que es el camino de la Leyenda Personal y de la felicidad. Consideran el mundo como algo amenazador y, justamente por eso, el mundo se convierte en algo amenazador. Entonces, nosotros, los corazones, vamos hablando cada vez más bajo, pero no nos callamos nunca. Y deseamos que nuestras palabras no sean oídas, pues no queremos que los hombres sufran porque no siguieron a sus corazones ".

- ¿Por qué los corazones no explican a los hombres que deben continuar siguiendo sus sueños? – preguntó el muchacho al Alquimista.
- Porque, en este caso, el corazón es el que más sufre. Y a los corazones no les gusta sufrir.

A partir de aquel día, el muchacho entendió a su corazón. Le pidió que nunca más lo abandonara. Le pidió que, cuando estuviera lejos de sus sueños, el corazón se apretase en su pecho y diese la señal de alarma. Y le juró que siempre que escuchase esta señal, también lo seguiría.