viernes, 17 de agosto de 2007

Volver a llorar... volver a sentir.

Hoy es un día gris. A pesar de ser agosto el aire es fresco y ha llovido. Me gustan estos días, pero a veces me ponen nostálgica.
Hoy he pensado en aquella tarde... esa que no se si sale de mi recuerdo o de mi imaginación. Esa que me gustaría vivir contigo en este instante.
Cuánto añoro en días como hoy unos brazos que me arropen y unos labios que besar. Y me evado, y salgo de mí misma, y vuelo hacia esa tarde que sale de mis sueños...
Abrazada a tí en un sillón pasando mi fría nariz por tus mejillas...me rodeas con tus brazos y me aprietas contra ti. Me aparto y te miro, a los ojos... No puedo creerme que sea real, no puedo dejar de sonreir, con la mirada, sonrío con la mirada, sonríe mi alma. Y te beso, y me besas...y pasan horas eternas entre caricias... tu piel, tu pelo... toda mi ternura florece y te la entrego con cada beso, con cada mimo. Estaría así eternamente, solo mirándote, respirándote.
Las caricias comienzan a buscar lugares donde esconderse... tus manos se adentran en mi y me dejo ir... ahora soy marioneta en tus manos que se mueve al son de la música que tocan tus dedos. Puedes hacer de mi lo que quieras, porque en estos momentos soy tuya, no quiero ser otra cosa que tuya, no quiero tener conciencia de mi, sólo de ti. Sólo quiero sentirte y saberme tuya. Y las caricias no bastan y nos unimos en un lazo, en una danza...y sujetas mis manos contra el sillón, y mis ojos buscan los tuyos, y se encuentran... y me besas y me haces el amor, y me siento llena, llena de ti... Y mientras los dos volamos entre nubes nos abrazamos... mil besos que nos cubren... más caricias que no se acaban...
Y entonces lloro, lloro como aquella tarde, como las que vinieron después. Lloro como ya lloré una vez y como volveré a hacer.
Quisiera volver a llorar así. Contigo. Por ti. Quiero volver a sentir lo mismo que en aquella tarde gris.

A golpe de palabra

En la cola de la caja, en un supermercado cualquiera. Un niño y una niña de 5 y 7 años respectivamente. Se dan codazos el uno al otro mirando a la cajera, una jovencita normal, con unos kilos de mas... de repente el niño dice:

- Oiga, señora... ¿está usted enferma?

- No bonito, no estoy enferma - responde cariñosamente la cajera, sorprendida ante la pregunta del chiquillo. No sabe a qué se refiere, pero les sigue observando curiosa.

- Pero... usted tiene una enfermedad, ¿verdad que si? Y se va a morir.

- No niño, no estoy enferma ni me voy a morir, ¿por qué crees eso?

- Porque está usted gorda, debe tener una enfermedad muy grave y por eso está gorda y se morirá... da asco estar gorda.

Cara de alucine de la cajera, de la gente que había escuchado a un niño de 5 años decir eso, y sobre todo cara de vergüenza la madre del retoño.

Silencio. Madre en silencio, hijos en silencio, cajera en silencio... todos callados ante el comentario del chiquillo. Vergüenza propia en unos, ajena en otros. Silencio, cuando en realidad alguien debería haber dicho:

-Señora, no se avergüence por su hijo, tiene sólo 5 años. Pero avergüéncese de usted misma, por no ser capaz de enseñarle educación y respeto a su pequeño. Gracias a gente como usted y su manera de enseñar a sus hijos estamos creando monstruos, monstruos que escupen dardos envenenados y que pueden llegar a hacer mucho daño con un solo comentario. Quiza el descaro de su hijo acabe de provocar en esa joven una grave enfermedad (léase bulimia, anorexia...), y esta vez si, su hijo tendrá razón, le llevará a la muerte.

En esta escena (real) fué un niño el que hizo un comentario hiriente sin reparar en ningún momento si era adecuado o no hacerlo. Pero en miles de situaciones son personas adultas las que hablamos sin pararnos a pensar lo que estamos diciendo, sin pararnos a pensar si un simple comentario inocente puede ser un golpe bajo para alguien.

"Hablar es gratis, pero puede costar muy caro"

Nota: el tema de este post no es ni la obesidad, ni la anorexia, ni la bulimia, simplemente es una situación que tuve ocasión de ver con mis ojos y que me sirve para explicar que la gente muchas veces habla por hablar sin pensar que puede hacer muchísimo daño. Deberíamos pensar dos veces antes de decir ciertas cosas... hay palabras que hieren mucho más que puños, y los cardenales de un golpe se curan... las heridas internas tardan múcho mas en cerrarse, si es que lo hacen.