A mi me suele pasar… debe ser culpa de esta manía que tengo de expresarme escribiendo, con letras, donde me siento mas cómoda y creo que mejor plasmo lo que pienso. Pero a veces tanta letra y tantas vueltas hacen que la idea o el mensaje se pierdan o se mal interpreten. Es entonces cuando juego a comparar, a buscar metáforas que expliquen lo que quiero decir.
Ven, siéntate a mi lado y ahora pon tu cabeza en mi regazo, deja que te acaricie el pelo mientras te cuento una historia, ¿quieres?
Una vez, en una playa, una niña comenzó a construir un castillo de arena. Se sentó a la orilla del mar y cavó un hoyo poco profundo para hacer el foso… tenía prisa por verlo en pie. Con sus manos fue levantando los muros mientras imaginaba cómo sería la torre de la princesa, lo guapo que sería el príncipe, lo felices que serían viviendo en la corte… soñaba cuentos de hadas con final feliz.

Entonces la niña lloró, lloró de pena, de rabia… el mar se había llevado de golpe todo lo que había construido con sus manos, así, sin avisar, injustamente. Se esfumaron con la espuma todos los cuentos que había imaginado. Quedó desolada y sin ganas de volver a construir otro castillo. Si el mar se lo había llevado una vez, ¿por qué no lo iba a hacer dos?, y ella no quería que eso ocurriera.
Pero aquella niña era tenaz, además de observadora, y quiso construir de nuevo el castillo sin temor a que las olas se lo llevaran. Sabía que la mar subía y bajaba con la luna y que si se quedaba tan cerca de la orilla de nuevo el agua lo inundaría todo. Entonces se apartó un poco y empezó a cavar de nuevo en la arena.

Allí la conocí, en esa playa, una tarde de lluvia en que, preocupada, trataba de proteger el castillo de las inclemencias del tiempo. Me agaché junto a ella, sonriendo, y le acaricié la cara.
- Te estás mojando, bonita, y te vas a enfermar. ¿No prefieres dejar el castillo e irte a jugar a otro lugar, con otros niños?
- No señorita, yo quiero construirlo y hacerlo muy grande, y muy bonito.
- Pero quizá haya tormentas, y el mar suba y lo arrase de nuevo.
- Por eso lo estoy haciendo bien, despacito, con mucho cuidado, apretando bien la arena, levantando una gran muralla alrededor para que ninguna ola lo tape.
- Bien hecho pequeña… así será difícil que lo destruya. ¿Y no prefieres construir otra cosa? Quizá barcos, o sirenas.
- No… yo quiero el castillo, porque es el castillo de mis sueños y voy a construirlo, aunque tarde mucho tiempo, aunque llueva muchos días y tenga que volver a reforzar los cimientos. Es lo que quiero señorita.
- Muy bien pequeña. Conseguirás levantarlo, lo se.
Y me fui sorprendida de la tenacidad de aquella niña, que aun sabiendo que el viento, el mar y la lluvia irían en su contra, se mantenía fiel a sus sueños y a sus propósitos. Estoy segura de que construirá el mejor castillo, un castillo de ensueño.
