lunes, 18 de febrero de 2008

En ocasiones veo...¡¡clones!!

Físicamente no me parezco a mis padres, ni a mi hermana. Como mucho tengo algún rasgo de mis abuelos o incluso de parientes lejanos, pero poca cosa. De ahí que me resulte curioso y hasta gracioso cuando me pasan cosas como la de este fin de semana.

Estaba yo en una terracita al solecillo, tomando unas cañitas con limón, en un pueblo costero de Alicante. Cuando la camarera vino a tomar nota se dirigió a mi, cosa que no me extrañó porque me suele pasar, no se si porque tengo cara de ser amable – supongo – o porque enseguida tomo las riendas para pedir. Tras un par de rondas me levanté a pagar a la barra y entonces ocurrió…

Un hombre de unos cincuenta años, no más, estaba solo, tomándose un tercio y charlando con la camarera. Me acerqué a ellos para pedir la cuenta y noté como el caballero giraba la vista en mi dirección. Primero supuse que miraba al televisor, que quedaba justo a mi espalda… pero tengo vista panorámica y pronto me percaté de que no miraba a la tele, sino a mi. Mi cabeza empezó a funcionar… “ya he ligao!” pensé medio en coña. Pero mientras la chica calculaba lo que le debía, el hombre seguía clavándome su mirada. Me observaba fijamente y de forma descarada, tanto así que me llegó a incomodar. De pronto no pudo más y me agarró por el brazo obligándome a girar y ponerme frente a frente. Sus ojos se clavaron en los míos y no decía nada. El tiempo se paró y se hizo incómodo. Su mirada me interrogaba y yo no sabía por qué. Así que – un tanto irónica – le pregunté:

- Qué, ¿me conoce?
- Discúlpame, pero no te lo vas a creer – dijo, y a juzgar por su cara no se si estaba medio en trance o alucinado total.
- ¿Pero es que me conoce? – yo ya no sabía qué pensar. Mis ideas fluían y desvariaban intentando descifrar por qué aquél hombre me miraba así y qué era lo que yo no me iba a creer.
- Si no llegas a hablar hubiera jurado que…
- ¿Qué?
- Eres igualita que mi sobrina. Sólo cambia la voz y la forma de hablar. ¿Tu no eres de por aquí, verdad?
- Pues va a ser que no – dije ya más relajada – y que yo sepa no tengo familia en Alicante.
- Pues te juro que eres igual igual que mi sobrina, es que llevas hasta el pelo igual. ¿Verdad Ana? – le dijo a la camarera.
- Es que yo pensaba que era ella cuando les serví la mesa.
- En serio, dos gotas de agua.
- Vaya, así que tengo una doble en Alicante ¡y yo sin saberlo!

Me dio la risa. Pagué, me despedí de “mi tío” y salí de allí deseando encontrarme a mi doble alicantina por las calles de aquél pueblo… pero no hubo suerte.

Es la primera vez que me pasa algo así en directo, pero no es la única vez que alguien me dice que me ha visto en algún lugar donde no he estado.

Mi amigo Nacho vive en Pamplona, y ya son más de dos las veces que me ha dicho que me ha visto en la calle, que se ha cruzado con una chica igualita que yo y que de hecho ha estado a punto de hablarle pensando que me había dado la vena y había subido a verle. No he estado nunca en esa ciudad y no tengo familia allí, con lo cual ni era yo ni una prima lejana que se me pareciese.

Hace tres años – o cuatro – me fui en Semana Santa a Cuenca, a ver por primera vez la procesión de los turbos. Llegamos a la ciudad encantada a eso de las doce de la noche, derechitos a tomarnos un café hirviendo para paliar el frío que hacía. Digo lo del café para que conste en acta que no había bebido alcohol – ni tomado drogas – cuando vi con mis propios ojos mi cara en un cartel. Caminábamos calle arriba dos amigos y yo, cuando pasamos al lado de una marquesina de autobuses con una foto enorme donde se veía la famosa procesión, cientos de personas vestidas de turbos. La imagen era del año anterior. Al pasar, mi carácter observador hizo que me percatara de algo extraño en la foto, pero pasé de largo… hasta que uno de los amigos que me acompañaban me paró.

-¿Has visto eso? – sorprendidísimo.
- Creo que si… - sabía exactamente a qué se refería. Yo había visto lo mismo pero me pareció una alucinación.
- Pero tía, ¡que eres tú!
- No puedo ser yo, puesto que es la primera vez que vengo… y esa persona va vestida de turbo y yo jamás me he vestido así.
- Joder Patri, ¡pues es que eres tú!
- Alucino… si no supiera que yo no he estado jamás aquí, yo misma diría que soy yo.
- ¡¡ Tienes una doble en Cuenca!!

Tendré que decirle a Jesús que también tengo una en Alicante, Pamplona… y en algún pueblo de Madrid cercano a Alcalá de Henares… que ésta también fue graciosa.

Me presenta una compañera de curso a su marido y el tío me saluda de lo más familiar. Me extrañan las confianzas, pero le sigo el rollo. Al rato empieza a hablar de trabajo y me dice:

- ¿Te acuerdas del día aquél que llovía tanto y patinaban los palets en la rampa?
- ¿Perdón?
- Si joder, iba yo a cargar un trabajo para la empresa ******* y me estaba ayudando Alberto cuando saliste tu y te pusiste perdida de agua.
- ¿Yo? Manolo, creo que te confundes… yo no te he visto nunca antes de hoy.
- ¿Cómo que no? Pero si tu trabajabas en la empresa ******* de Meco ¿no? y allí voy yo a hacer muchos portes.
- Que no Manolo, que no.
- ¡¡Que si mujer!! ¡¡Cómo no te vas a acordar!!
- Manolo que te juro que no, que yo no he trabajado nunca en Meco.
- No me lo puedo creer.
- Que te lo digo en serio hombre, que no era yo.
- Pues tía, hay había una chica igualita que tu, jurao.
- Pues tendré un clon.

Pues ya son tres, y la original, contando que no haya más.

Toda la vida pensando que soy única y resulta que estoy clonada y esparcida por España (espero que sólo sea por España, por el bien de la humanidad).