jueves, 15 de noviembre de 2007

El hada y el álamo.

Nunca creyó en las hadas ni en los cuentos. Escéptico de nacimiento no creía en nada que no se pudiera demostrar.

- No insistas; si no veo, no creo. ¿Acaso has visto algún hada en tu jardín? No, ¿verdad? Porque no existen.
- Muy bien. Cierra los ojos.
- ¿Para qué?
- ¿No dices que sólo crees en lo que ves? Pues cierra los ojos, confía en mi.
- Estás loca.

Pero cerró los ojos y esperó. Ella siempre le volvía loco con sus intrigas y sus locuras... pero le encantaba y se dejaba hacer. Entonces se acercó y en susurros le dijo:

- Sólo cierra los ojos y siente... concéntrate en el resto de tus sentidos, respira profundamente y huele... siente su tacto... óyelo... siente su sabor... shhhht....
- No siento nada.
- Calla... concéntrate... confía en mi.

Una vez más le hizo caso. Se dejó llevar por las sensaciones, algo que pocas veces acostumbraba a hacer. Se centró en los sonidos.... estaban de pié bajo un álamo. Su espalda se apoyaba en el tronco y ella estaba a su lado, la sentía cerca. Notó el tenue calor del sol de otoño colarse entre las hojas de aquél árbol, sintió la brisa acariciarle las mejillas, escuchó el trino lejano de algún pájaro que no logró identificar, respiró el olor a tierra mojada y a hierba que se abría paso bajo sus pies. Se relajó completamente y ella lo notó.

- Shhhhht.... muy bien.... sigue así.... sólo siente... siéntelo.

Sus susurros sonaban lejanos, distintos. Notaba que entraban en él como una caricia.... Y entonces lo sintió.



Aun con los ojos cerrados su gesto cambió imperceptiblemente, pero ella lo percibió y se le escapó una sonrisa. Él parecía no respirar intentando atrapar esa sensación que acababa de tener, pero no logró retenerla. Ella le tomó la mano y lo sacó de su trance.

- Abre los ojos... mírame...

La miró desconcertado. Seguían solos; en cambio él...

- ¿Dónde está?
- ¿Dónde está quien?
- Yo... eh... me ha besado...
- ¿Quién?

La miraba entre curioso y desorientado mientras ella sonreía.

- Aquí no hay nadie más que tú y yo, ¿no lo ves?
- Si pero... es que... ¡¡me ha besado!! ¡¡Yo lo he notado!! Y ha sido... real. Ha sido real.

No podía creer lo que había sentido tan vívidamente. No lo había visto pero estaba seguro de que había sucedido realmente. Lo sabía, lo había visto en su mente. ¡¡Tenía que ser real!!

- Si, es real... te ha besado, pero...¿acaso lo has visto?
- No... pero...
- Pero lo has sentido y sabes que ha sido real.
- Si.
- Entonces, ¿crees ya en que exista aquello que no ves?

Asintió sin atreverse a pronunciar su afirmación.

- ¿Tú la viste?
- Aham.... – asintió.
- ¿Era un hada?
- Quizá... pero tu no crees en las hadas...


Algunos meses después, una mañana de primavera, los dos volvieron a pasear por aquél sendero, y al llegar junto al álamo él se detuvo. La tomó de la mano y la llevó bajo la sombra del árbol, como aquella vez. Se apoyó sobre el tronco y la atrajo suavemente. Entonces por primera vez la besó. Besó sus labios en un leve roce, los ojos cerrados, la respiración contenida... sintió el sol, sintió la brisa, los pájaros, el olor a flores inundar sus sentidos... y lo sintió. Sintió su beso, el mismo que aquella vez. Abrió sus ojos para contemplarla... sonreía.

- Fuiste... eres.... eres tu. Eres un...

Asintió... lo era.


Porque todo lo que sientes existe, lo veas o no.