martes, 1 de julio de 2008

Cuando en la guerra todo vale...

- Tenemos que vernos.
- ¿Para qué?¿qué quieres de mi?
- Saldar cuentas.
- Yo no te debo nada.
- Pero yo a ti si. Te debo una batalla. Esto ya es algo personal entre tu y yo.
- No es necesario.
- Si que lo es. En la anterior gané yo.
- No es verdad, ganamos los dos.
- Sabes que no... y esta vez te toca ganar a ti.
- No me gusta pactar las victorias, ni las derrotas.
- No es un pacto, es una amenaza.
- Sabes que no te temo.
- Lo se. Pero esta vez ganarás.
- ¿Estás seguro? Yo creo que volvería a perder, soy especialista en perder este tipo de batallas.
- Cierto... nadie pierde como tu. ¿Cómo lo consigues?
- ¿No lo sabes?
- No.
- Dejo el alma a los pies de la cama.
- Eso no es cierto, porque la entregas en el campo de batalla.
- Tal vez... quizá no tenga corazón.
- Si que lo tienes, lo he visto.
- Puede que lo hayas visto, pero jamás te atrevas a tocarlo.
- No lo haré, sabes que lo que hay entre nosotros no tiene nada que ver con él.
- Lo se.
- ¿Aceptas entonces ganar?
- No. Es más, esta vez no voy a luchar, sería de cobardes hacerte frente. Prefiero huir.
- Eres valiente. La huida no será fácil.
- Lo se.
- Siento no ser un rival digno de ti.
- Lo eres, pero no quiero luchar contigo. Tú no eres el elegido. Por eso mismo siempre ganas y yo pierdo... con él ganaría sin esfuerzo, siempre.
- ¿Por qué?
- Porque él si puede tocarme el corazón y robarme la fuerza, debilitarme y hacerme prisionera. Con él todas las victorias serían mías.
- ¿Y lo sabe?
- No. Si lo supiera, lucharía.
- Pobre infeliz... yo vendería mi alma al diablo por perder contra ti.