miércoles, 7 de noviembre de 2007

De celos y vasos

Alguna vez dije aquí, y muchas otras veces lo digo fuera de esto, que me conozco casi a la perfección, pero que no por ello dejo de sorprenderme a mi misma a veces.

Anoche me sorprendí reconociendo tener un sentimiento que pocas veces he tenido. Un sentimiento positivo y negativo a la vez, pero que ahí está, y que puede ser destructivo en potencia... o muy al contrario, puede unir más aún. Pero los celos son algo que jamás entendí, un sentimiento que siempre me pareció irracional, algo que había sentido en pequeñas dosis, pero nunca hasta llegar a hacerme perder los estribos... y eso no me gusta. Así que he analizado la causa de mis celos y aunque anoche la vislumbré, hoy la veo mucho mas clara. No son más que un reclamo de atención. Un reclamo de atención que se disfraza de celos, de sentimiento de posesión, de rabia... pero en realidad sólo es eso, necesidad de atención.

Cuando quieres a alguien (y hablo de todo tipo de “quereres”) necesitas sentir y saber que esa persona también te quiere a ti. Pero todos no tenemos la misma manera de expresar nuestros sentimientos, o no somos capaces de hacerlo... o simplemente la otra persona no sabe interpretarlos. Y entonces es cuando surgen los llamados celos. En realidad lo que sientes es necesidad de que esa persona te preste atención, que te acompañe, que te hable, que esté ahí, y no que no vea a nadie más y sólo tenga ojos para ti, que es lo que se suele interpretar de los celos.

Pienso en esas personas celosas enfermizas que acosan tanto a sus parejas con los celos que la relación se hace insostenible. En el fondo reclaman atención pero de tal manera que son capaces de hacer que la otra persona se sienta encerrada entre cuatro paredes, y en lugar de obtener mas atención lo que consiguen es que la persona que quieren busque huir de tanto control.

Yo no quiero llegar a eso jamás con nadie, no quiero cegarme de celos ni ser tan irracional a veces. Si necesito atención por parte de alguien he de aprender a pedirla de otra manera y en el momento, y no callarme y amontonar necesidades que me angustien y se agolpen en la boca del estómago hasta saturarme y tener que vomitarlas de un golpe. Porque cuando dejas el grifo abierto y te marchas, no te das cuenta... pero cuando vuelves a casa y todo está inundado sin previo aviso te sorprendes, no sabes qué ha pasado y no entiendes nada. Eso es lo que me pasa a mí. Yo voy guardando las gotas en mi vaso sin avisar a nadie de que el grifo está abierto, y cuando el vaso rebosa y se derrama todos se sorprenden porque no sabían que el agua estaba cayendo.

Me he prometido a mi misma dejar de hacer eso. Dejar de callarme las cosas con la excusa de que no tienen importancia, cuando en cambio si son gotas que llenan mi vaso. Así tal vez antes de que se llene, alguien cierre el grifo y no tenga que rebosar.