martes, 27 de noviembre de 2007

Paseando por Madrid

Me gusta inventar historias.

¿Nunca lo has hecho? Párate un momento, siéntate conmigo en un banco del parque y observa cómo lo hago. Puedo perderme por horas estando aquí plantada mirando el devenir de la gente. Juego a ponerles vida a esas caras que vienen y van o que simplemente se paran, como yo, a observar las miradas.

Aquella señora de verde, ¿la ves? Fíjate bien. A pesar de sus años tiene un porte elegante. Su moño rubio bien peinado, su abrigo cepillado, tacones bajos... de joven debió ser muy guapa y aún lo es. Yo creo que fue bailarina, ¿no te parece? Observa cómo pasea el bolso, cómo camina por la acera, casi como si la acariciara. Seguro que va a recoger a su nieta a la academia de ballet. La niña heredó sus artes.

¿Qué me dices de ese chico? Si, justo aquél que está sentado en el respaldo del banco con los pies en el asiento. Pantalones caídos, sudadera con capucha, alto... Tiene cara de llamarse Pablo. Mira cómo fuma... al echar el humo se queda absorto en los dibujos que se forman en el aire. Está claro, está enamorado. Está esperando a su chica, que vendrá, carpeta en mano, de la academia de inglés, se besarán y darán un paseo alrededor del lago.

¿Damos un paseo? Vayamos por las calles. Me gusta mirar los ojos de la gente que se cruza conmigo y seguir inventando historias. Bajemos de Sevilla hasta Sol. Me encanta ese bullicio y esa mezcla de gentes... es lo que más me gusta de Madrid, o casi debería decir que es de las pocas cosas que me gustan de esta ciudad.

¿Has visto esos ojos? Los de la chiquilla que subía corriendo. Miraban rápido arriba y abajo, a un lado y a otro. Llega tarde. Se entretuvo fumando el último porro con las amigas y se olvidó de la hora. Corre porque sabe que si no coge el bus a tiempo y llega tarde a casa mamá se enfadará, no le comprará esa camiseta tan sexy que quiere estrenar para el cumpleaños de Jon y además papá le reñirá. Le asusta su padre cuando se enfada.

Me encanta esa mirada, ¿lo ves? ¿Ves a ese niño en brazos de su padre? Mira embelesado las luces que cuelgan de todos lados. ¡¡Fíjate cómo sonríe!! Le gustan más las que se encienden y se apagan. Seguro que piensa que son estrellitas guiñándole un ojo. Su mirada es aún tan inocente...

Subamos por esta otra calle hacia la plaza. Siempre hay mimos aquí. Me gusta mucho esta calle por eso. ¿Te has parado alguna vez a mirar los ojos de un mimo? Ven, parémonos aquí. Mírale a los ojos...¿no notas su calma? A penas si respira... creo que ni piensa. Es una mirada tan vacía...alguna vez me recuerda a la de... Bueno, echémosle una moneda y sigamos.

A veces siento que alguna mirada inventora se cruza con la mía. Si, inventora de historias, como yo. Y entonces me pregunto qué inventará sobre mí, qué le sugerirá mi propia mirada, mis gestos, mi modo de moverme entre la gente. ¿No te lo has preguntado nunca? ¿Acertarán? ¿Sabrán tan sólo con una mirada quién soy? ¿O será su imaginación tan libre que verán en mi una vida que no tengo?

Mira esa mujer. No es muy mayor, pero hay algo en su mirada que le hace parecer anciana. ¿Y sus ropas? Son harapientas, debe vivir en la calle. Lleva una bolsa de tela a cuadros, llena de cosas viejas... deben ser fotos, quizá del pasado. Fíjate en sus ojos, está como ida... incluso habla sola. Ya se: perdió al amor de su vida trágicamente y con él la cordura. Se volvió loca y ahora vaga por las calles de Madrid arrastrando sus recuerdos en una bolsa y hablando con él. Triste, ¿no es cierto? Pobre muchacha...

Parece que empieza a llover. ¿Nos vamos a casa? Si... estaremos mejor en casa, por hoy paseamos bastante. Ya volveremos mañana.



Comenzó a llover y las gotas mojaron el cristal de aquél escaparate donde ella se miraba, desdibujando su silueta, la silueta de una loca que vagaba sola por las calles de Madrid inventando vidas a partir de miradas y hablando con unos ojos que tan sólo ella veía.