viernes, 21 de septiembre de 2007

Un precio demasiado caro

Hoy estoy tranquila y me apetecía música relajada, así que me he puesto Il Divo. Acaba de empezar a sonar el Ave María y me he estremecido.
Yo no soy lo que se dice una persona creyente, y mucho menos católica, pero el Ave María me ha hecho emocionar bastantes veces.
El cuadro mental que acompaña a esta oración en el día de hoy es muy triste. Me ha hecho pensar en una situación que se debe estar viviendo en este preciso instante tan sólo a unos kilómetros de mí.
El lunes antes de irme a Francia hubo un accidente de tráfico en mi recorrido hacia el trabajo. Recuerdo haberlo comentado en un post. Días después supe detalles sobre él. El coche que provocó el siniestro y que llevó la peor parte circulaba en dirección a mi pueblo. Lo conducía un chaval de 16 años y con él iba algún amigo de edad parecida, ninguno mayor de edad y mucho menos con carnet, todos ellos de donde yo vivo, alguno incluso amigo de mi hermana. Ahorraré en los detalles pero he de decir que fue una chiquillada, que no había autobuses a esas horas (el accidente fue a las 5 ó 6 de la madrugada), que no tenían dinero para taxis y se les ocurrió la “feliz” idea de robar un coche para volver a casa. No les justifico, estuvo mal, muy mal. Consecuencias: chocaron contra un coche de frente en el que viajaban una madre y un hijo que aún hoy están recibiendo cuidados hospitalarios. Los menores de edad, ilesos... salvo el que conducía. Lo tuvieron en coma inducido entre operación y operación.... parecía recuperarse, pero... ayer murió. Ayer se fue, dejando a su hermano destrozado, porque una hora antes de que robaran el coche les había dicho que él les subía al pueblo, y no quisieron. Dejando a unos padres desolados, porque no sólo pierden a su hijo, sino que les deja con toda seguridad un juicio contra el otro vehículo implicado y unos gastos que pagar a los afectados. Dicen que el propietario del coche que robaron no ha denunciado, que ha sentido tanta lástima por los padres que no ha podido hacerlo. Deja también a sus amigos, niños, como él, jugando a ser mayores. Para algunos el adios a J (llamémosle sólo J) será su primer enfrentamiento con la muerte, su primer encontronazo con la realidad de los adultos.
¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Qué juventud es ésta que con tan sólo 16 años se juega la vida en una chiquillada?
No le excuso, J hizo mal, muy mal... pero morir es un precio demasiado caro. Tan solo era un niño jugando a ser hombre.
Yo no rezo, pero el Ave María que está sonando es para él, para su hermano, para sus padres y para sus amigos.