miércoles, 28 de enero de 2009

Retales

A veces cierra la puerta y nunca mira qué es lo que queda atrás. Sale corriendo dejando un retazo de su camisa pillado en el marco de la puerta, pero no se da la vuelta. Corre sin decirle a dónde y ella tampoco sale en su busca. Fuera hace frío y ha aprendido a sentirse a gusto ahí dentro sin él. Sólo se levanta del sofá para coger el trocito de tela que dejó…A veces lo acerca a su cara y lo huele, porque huele a él. Otras lo guarda en el cajón de abajo, ese que nunca mira, y lo olvida allí por semanas.

Eso es lo que él le deja siempre. Retales.

Su vida juntos está llena de retales y los va cosiendo con hilos de seda formando una manta que cada vez es más grande, aunque a veces no le tape los pies y se le queden fríos.

No le gusta tener los pies fríos, ni tampoco coser retales. Está cansada de portazos resonando en el aire, de huidas descontroladas, de esperas e incertidumbres. Nunca sabe dónde va ni cuándo volverá. Nunca sabe nada, sólo que tiene un retal más entre las manos y está cansada de coser y de esperar.

A veces guarda la manta para no verla y se propone dejarla sin terminar, pero pronto él aparece y le obliga a coser. Y ella se afana en estirar las piezas y lograr que cada vez sea más grande, tan grande que arrope a los dos y él no se vuelva a ir dejando un retal más que coser. Pero nunca le da tiempo a terminar de unir las piezas cuando se vuelve a marchar.

Y así siempre, siempre cosiendo, siempre esperando y mirando tras el cristal de su ventana cómo pasa la vida entre trozos de tela.