jueves, 13 de septiembre de 2007

1ª mitad del viaje a Francia: Valle del Loira.


Vista desde abajo de las Dunas du Pilat


Vista panoramica desde la cima de las Dunas


Castillo de Nantes


Castillo de Champtoceaux


Vista del rio Loira


Castillo de Chenonceaux


Casa-cueva (caves) en Chaumont


Castillo de Blois


Castillo de Cheverny


Vista del interior del Castillo de Cheverny


Castillo de Chambord


Castillo de Chambord (2)

Vuelta a la realidad... pero soñando aún con La France

Tras 11 días de vagar por la France hoy tristemente he vuelto a la realidad.
Hoy es mi primer día de curro después de las vacaciones y pensé que podría ser bastante duro. Una vez más la vida me sonríe (si no lo llega a hacer le hubiera sacado la lengua!) y me está ofreciendo un día de lo mas grato, a pesar de que aún son solo las 12 de la mañana.
Pensé que tendría mucho curro atrasado y amontonado, pero la Perra Vieja se ha portado y me ha sacado todo adelante. Esta mañana a penas tenía un par de cosas pendientes en mi mesa y para nada urgentes. Así que como si del colegio se tratara me estoy tomando el día de “periodo de adaptación”, es decir: hago un par de pedidos, me relajo. Cojo un par de llamadas, me relajo. Salgo a tomar un café y un piti, me relajo... vamos, que me estoy tocando un poco el higo, vulgarmente hablando jajajaja.
Además he tenido un buen recibimiento por parte de mis compañeros. Se ve que me han echado de menos jajjajajaja y llevo media mañana contando mis aventurillas por la France. Me han pedido que traiga fotillos. Las traeré, y también colgaré alguna por aquí. Creo que esta tarde las tendré así que es probable que mañana las cuelgue.
Pero a pesar de que el recibimiento ha sido bueno, que el día está relajado y que estoy a gusto.... mi mente aún vuela.
El viaje ha sido una gozada. Primero que nada, la experiencia de viajar en autocaravana, como si de un caracol se tratase, con la casa a cuestas, ha sido una pasada. Siempre he sido campista y siempre me ha gustado ese rollo, pero jamás había hecho un viaje así en autocaravana. Quiero repetir. Además el ambiente ha sido genial entre nosotros los compañeros de viaje, de hecho me felicitaron por cómo me había portado jajajajja. Reconozco que pasar 11 días en un cubículo tres adultos y una niña de 3 años, viajando continuamente, pasando horas conduciendo y horas visitando lugares, etc etc, puede llevar a tener pequeños “roces” o pequeñas discursiones. No ha sido el caso y siendo sincera completamente he de decir que parte de la “culpa” de que así haya sido la he tenido yo. Y es que quien me conoce lo sabe, soy de las personas que se adaptan bastante bien a cualquier plan o tipo de gente y que hace agradable el viaje, no me suelo molestar con facilidad, y procuro que todo el mundo esté lo más cómodo posible. A parte de mi sentido del humor... que en este viaje ha hecho mella jajajaja. Ayer al despedirnos mis compañeros de viaje me dijeron: “Todo un placer, contigo da gusto. Repetimos cuando quieras. Nos lo hemos pasado genial. Muchas gracias”. Para nada, gracias a ellos por acordarse de mí para este viaje, que hasta el momento, es el mejor que he hecho en mi vida (aunque espero superarlo jajaja todo es mejorable).
Francia es la ostia. Me ha encantado desde el mismo momento en que crucé la frontera y entré por el país Vasco-Francés. Todo tan verde, todo tan limpio, todo tan ordenado... y sus gentes bastante amables, en contra del mito de que los franceses son un tanto estúpidos. A mi no me lo han parecido.
Para no ser pesada contando las mil y una historias intentaré resumir lo que más me ha gustado del viaje.
Empezamos visitando toda la zona del valle del Loira. Es una zona de praderas verdes, campos de maiz (en los que nos paramos a robar jajajaja que buenas están las mazorcas de maiz asaditas jajajajja) un tanto húmeda por el río. Está plagada de pequeños pueblos con casas de piedra y madera, todo lleniiiito de flores, en cada rincón... y castillos, castillos de ensueño, de cuentos de hadas y princesas. No pudimos verlos todos, pero si algunos de los más importantes y mejor conservados. Me quedo con el de Chenonceaux y el de Chambord.
El castillo de Chenonceaux está construido completamente sobre el cauce del río Loira. Es una pasada imaginar cómo hace tantos años pudieron construir algo así sobre un río y que aún se mantenga casi intacto. Tiene unos jardines preciosos. Fue el primero que vi, y desde luego costó superarlo. Pero el castillo de Chambord... joder qué castillazo. Enorme, grandioso, espectacular. Recorrerlo por dentro fue una pasada, poder ver esos pedazo de muros y columnas de piedra, el mobiliario que aún queda dentro, los pasadizos... subir a lo alto y contemplar los jardines y el bosque que lo rodean... Fácilmente puedes transportarte a siglos atrás y sentirte la princesa del cuento.
Vimos más, pero estos dos me encantaron. Después de estar varios días recorriendo esa zona, por fín llegamos a París, la ciudad del amor.
No es que me defraudara, nada mas lejos de la realidad. Me encantó. Pero venía tan fascinada de los pueblos del Loira que encontrarme de repente con una gran ciudad me descolocó. No lo vimos todo, ni mucho menos... me hubiera gustado perderme por el barrio bohemio (a cambio me perdí en el metro jajajajjaa) pero si vimos lo más significativo. Lo comparé bastante con Madrid: El Arco del Triunfo (la Puerta de Alcalá), los Campos Elíseos (Paseo de Recoletos), los edificios tan grandes que podías ver, las tiendas enormes... no se, me recordaba a Gran Vía y zonas parecidas de Madrid.
Me sorprendió la historia del Obelisco, pues no la conocía. Es enorme, con inscripciones egipcias, muy bonito. Pero no sabía que los gabachos se lo habían cambiado a los egipcios por un reloj que nunca funcionó... ¡qué listos! Y por fin... el Louvre. No lo ví por dentro (hubiéramos “perdido” al menos un día) pero ví lo que quería ver. Las pirámides de cristal. Para mi son algo especial por razones que no vienen al caso y cuando las ví me sentí en paz conmigo misma. El edificio que alberga el museo del Louvre es immmmmmmmpresionante, enorme, no se, no te cansas de admirar las fachadas. Después bajamos por la orilla del Sena viendo los puestos de los comerciantes hasta Notre Damme. La esperaba más grande, mas grandiosa... me gustó, sobre todo sus vidrieras y el gran órgano. Me encanta visitar iglesias a pesar de no creer en el Dios que nos venden los curas. Pero esa paz, ese silencio que se siente allí dentro, los olores a madera e inciensos... admirar el trabajo de tantísima gente que colaboró en su construcción.... me maravilla. Y cómo no, la Torre Eiffel... sinceramente, un amasijo de hierros, pero una pasada ver desde allí Trocadero y todo lo que la rodea. Balance positivo de París, pero me queda pendiente pasear por la ciudad del amor enamorada jajajja y verla de noche, y perderme por el barrio bohemio.
Después pasamos a Bretaña... costa salvaje. Subimos hasta St. Maló y St. Michel. Éste último me atrevería a decir que lo más bonito e interesante de todo el viaje. No tenía ni idea de lo que iba a ver allí, preferí no informarme y que fuera una sorpresa... y vaya si lo fue. St. Michel es una abadía levantada en una pequeña isla que actualmente se comunica con tierra por una pequeña carretera, pero que no hace tantos años no existía. La curiosidad del tema es que allí sube y baja la marea bastante: cuando baja la marea (que sin exagerar puede bajar como unos 500 metros) se retira completamente el mar de los muros de la abadía, tanto así que rodeamos a pie toda la isla caminando sobre el fango que el mar había dejado. Cuando sube, las olas azotan los muros de la fortaleza aislándola de tierra firme. Por ello fue utilizada como prisión bastantes años (de hecho aún conserva dentro artilugios de tortura usados con los presos). Es, sencillamente, una pasada. Verla iluminada de noche fue impresionante... y recorrer sus calles de día, increíble. Visitamos la abadía por dentro, y me encantó todo, pero lo que más fue un patio con arcos (que por cierto me recordó al patio de los leones en la Alambra de Granada), patio situado en una de las zonas más altas de la abadía, con ventanales enormes al exterior, desde donde casi se podía ver St. Malo en los días claros. Pensaba en los monjes que allí habitaban... fácilmente podría permanecer allí entre aquellos muros días y días respirando esa paz. Tras el patio, una especie de capilla enorme, donde había unos monjes y monjas rezando y cantando a St. Michel (o San Miguel, que precisamente es uno de los patrones de mi pueblo y cuyas fiestas se celebran ya mismo, a finales de septiembre). Cantaban fascinantemente bien. Me senté en uno de los bancos y me quedé allí un rato escuchando... lo mejor del viaje, sin duda.
Después Quiberon y los yacimientos de megalitos. ¡Qué pasada! Kilómetros y kilómetros de megalitos alineados perfectamente, levantados por vete tu a saber qué hombres prehistóricos, y aún allí en pié. Taludes, túmulos... había de todo, y todo tan impresionantemente bien conservado y respetado.
Ese día hicimos noche en la cima de un acantilado, después de ver como el sol se metía en el Atlántico y daba paso a una luna hermosísima y a un cielo llenito de estrellas. Es una costa preciosa... sus piedras escarpadas y nacaradas (no pude evitar echar en mi bolsillo unas cuantas, como recuerdo). Gaviotas, albatros... las rocas llenas de mejillones y ostras... joder, aquello parecía un paraíso. Y los puertos de la zona... llenos de veleros, catamaranes... me repito, pero IMPRESIONANTE.
Seguro que se me olvida alguno de los sitios que me impresionó, pero es que hay tantísimo que ver y tantísimo que contar que podría tirarme días escribiendo. Es mejor verlo. Yo desde luego pienso que repetiré, quiero ver más.

Joder!! Claro que se me olvidaba algo jajajaj qué imbécil!! Los castillos de Bretaña!! Nada que ver con los del valle del Loira, tan señoriales, tan de cuento de hadas... Los de Bretaña eran castillos de defensa, fortalezas militares. Esos si que eran una pasada, tanto los que estaban medio en ruinas (que eran los menos) como los que estaban en pie casi como el primer día. Y lo verdaderamente impresionante era verlos rodeados del pueblo y todo ello amurallado... allí si que te sentías en el medievo completamente. Las casas parecían ser completamente medievales (de hecho supongo que alguna lo sería, eran de piedra, como el propio castillo, con lo cual entiendo que llevarían levantadas allí mismo siglos). Me encantó recorrer las calles y los castillos de Fougueres, Vitre y Joselin. Sobre todo en Fougueres, donde el castillo estaba un tanto derruido y la visita era libre (sin guía, pero si te cobraban la entrada). Allí si que me metí por todos los recovecos posibles jajajaja en cada torre, mirando por cada rincón, entrando por cada pasadizo... que pasada.

Estoy deseando tener las fotos y colgar unas cuantas para que veáis por qué estoy tan flipada jajajaja.
Espero no haberos aburrido con tanto rollo, pero tenía que contar algo de las vacaciones, no?? Dadme también unos dias de periodo de adaptación para volver a escribir como el Pícaro Angel Caído... de momento sólo puedo escribir como La Sonrisa (flipada, pero la sonrisa) ajjajajajjaa

Besos, y salud!