lunes, 19 de enero de 2009

Vegas

Sigamos con música.

Ayer en uno de los comentarios a mi anterior post alguien nombró a los 40 subnormales, que es como la gente que no se estanca sólo en la música comercial suele (o solemos) llamar a la famosa emisora de radio. Si tienes la más mínima inquietud musical no puedes quedarte en eso, en sintonizar los 40. Si lo haces te perderás mucha, muchísima música que no por no ser tan comercial como Bisbal es peor. Muy al contrario… ya quisieran los comerciales hacer tan buena música como los mal llamados no comerciales. Porque venden, si, pero a un público más selecto.

Seguro que la mayoría de los que sólo escuchan los 40 principales se están perdiendo a Vegas, Nacho Vegas. O te gusta, o no te gusta. No tiene término medio. ¿Raro? Tal vez. Distinto, diría yo.

Le conocí con “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, canción que me aconsejó un viejo conocido y que tarareé y aún tarareo muchos días… “lo he pasado bien, y casi conocí en una ocasión a Michi Panero, y es bastante más de lo que jamás soñaríais en mil vidas! ¡Mirad, las niñas van cantando! Shalalaralalá...”



Reconozco que escuché algún tema más y no me llamó especialmente la atención, hasta que le encontré cantando con Bunbury aquello de “Con trémula voz me dijiste esto en tu vida te podría ocurrir como hoy ocurre en la mía. Taché los días de calendario en los que nos hicimos daño y quedaron tres... Dime crees que valió la pena? si amenazan hoy nubes negras que vienen hacia aquí… Yo te quise, te quise tanto, hasta que se hubo agotado mi amor por ti



Insisto en que no me gustan todas sus canciones, ni su estilo es de los que más me molan pero… tiene temas que me llegan. Y de su último disco, El Manifiesto Desastre, me quedo con la canción de cierre: Morir o matar. Dudo mucho que lo pongan alguna vez en los 40, y en cambio, ya quisieran los Bisbales y Bustamantes del mercado escribir letras como éstas.




Te sentaste justo al borde del sofá
como si algo allí te fuera a morder.
Dijiste: "Hay cosas que tenemos que aprender,
yo a mentir y tú a decirme la verdad,
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad,
tú a morir y yo a matar."


Y después se hizo el silencio y el silencio fue a parar
a una especie de pesada y repartida soledad,
y la soledad dio paso a un terror que hacia el final
nos mostró un mundo del que ninguno quisimos hablar.

Y así eran nuestras noches y así era nuestro amor,
comenzaba en el silencio, continuaba en el terror,
y otra vez de allí al silencio. Dime, ¿para qué hablar
de lo que pudo haber sido y de lo que jamás será,
tratando de adivinar qué fue eso que hicimos tan mal?,
si, en fin, se trata de morir o de matar.

Así que, si aún andas por aquí,
y alguien vuelve a prometerte amor,
con dinero, encanto y alguna canción,
por favor, prepárate para huir.
Vete lejos y limítate a observar
esta escena tan vulgar.

Conoció a unas cien mujeres y a cincuenta enamoró,
conoció a otros tantos hombres y con tantos se acostó,
y fundió todo el dinero y la gente se cansó
de escuchar noche tras noche la misma triste canción.

Y ahora ve que el universo es un lugar vacío y cruel,
cuando no hay nada mayor que su necesidad en él.
Y encendiendo un cigarrillo se comienza a torturar
y habrá cerca alguien gritándole "hágase tu voluntad"
y el "la culpa sólo en parte es mía y en parte lo es de los demás".
De lo que se trata es de morir o de matar, de morir o matar.

Fue aquella gitana que nos leyó el porvenir,
dijo "uno es el asesino y el otro el que va a morir".
Y salimos de allí y me mirarte asustada y el miedo sonó en tu voz:
"antes de que tú me mates, prefiero matarme yo".

Y emprendiste así tu huida y yo corrí a mi habitación
y mezclé en una cuchara el polvo blanco y el marrón.
Y con la sangre aún resbalando te llamé desde ese hotel:
"Por favor, entiende que algo no funciona en mí muy bien".
Y al otro lado te oí llorar y yo seguí y no colgué,
y me suplicaste: "Déjame de una vez, déjame de una vez".

Y tus párpados cayendo se me antojan guillotinas,
y te observaré durmiendo y me pondré a susurrar:
"nuestras almas no conocen el reposo vida mía,
pero si hay algo que es cierto es que
te quiero un mundo entero con su belleza y su fealdad.
¿Por qué no puedes aceptar que esto no se trata más
que, amor mío, de morir o de matar, de morir o matar?"

Moriré, moriré, moriré ...
moriré, moriré y es lo único que sé.
Moriré, moriré ...
moriré y cuando lo haga al fin ya nada va a impedirme descansar
y así obtendré la santa paz que en vida no gocé jamás,
pues hasta morir la única opción siempre es matar, siempre matar.