jueves, 17 de julio de 2008

A conciencia tranquila

Ayer Alguien quiso hacerme mucho daño. Ayer Alguien descargó toda su rabia contra mí. Quiso herirme clavándome puñales envenenados, uno tras otro, escupiendo palabras cargadas de ira. Quiso hundirme, echarme al suelo, pisar mi cuello y no dejarme levantar. Quiso encerrarme, retenerme... y después se aferró a mí desesperadamente para no dejarme ir... Pero me fui.

Me dio pena, mucha pena, pues no hiere quien quiere, sino quien puede, y no pudo herirme, ni un rasguño. No recibí un solo golpe de los que me lanzó, ni sentí una sola de las puñaladas que me asestó. No sentí nada... asistí al maltrato al que se me quería someter casi indiferente. Me limité a dejar que se desahogara, que se vengara de mí... Alguien quería hacerme daño porque yo se lo había hecho antes. Con una diferencia: Alguien estaba haciéndolo a conciencia, adrede. Yo no, el daño que yo causé no fue intencionado ni mucho menos... Simplemente mi culpa fue no mentir, no fingir, y no tener poder sobre lo que no se manda, sobre el corazón. Culpable por no poder dar lo que se me exigía, culpable por no poder ser la actriz principal de su obra, por no querer interpretar un papel. Y por eso quiso matarme con palabras, volcar su impotencia sobre mí y ver si así me dolía, comprobar si era capaz de sentir por él, aunque fuera dolor.

No sentí. No sentí dolor, que era lo que Alguien pretendía. Sentí pena, lástima, incluso impotencia por no haber podidio evitar la tragedia, aun habiéndola visto venir. Avisé, y el que avisa no es traidor, pero Alguien no quiso escuchar nunca mis avisos, los ignoró, y siguió adelante, hasta que llegó al precipicio. Si se ha caído, ¿qué culpa tengo yo? ¡¡Si yo le advertí!! “No sigas adelante, te harás daño... no sigas por ahí, que no hay salida... frena, que te estás acelerando...” y no hizo caso, y se cayó. Y ahora me culpa a mí de no haber sido su paracaídas. No me siento culpable, y tengo la conciencia muy tranquila, por eso ayer no pudo destrozarme.

Hoy es Alguien quien se siente culpable, no yo. Por eso siempre, siempre actúo de manera que mi conciencia quede limpia. Si no lo hiciera así, hoy estaría muerta, o escuchando a mi almohada (que es mi conciencia) gritarme. En cambio, dormiré a pierna suelta.