martes, 30 de octubre de 2007

La Maldición

En verdad estoy maldita.

Hace poco, hablando con el maestro, él me dijo: “quizá sea cierto que estéis malditas”. Y la frase se quedó dando vueltas sobre mi cabeza. ¿De veras estoy maldita?

He buscado el nexo común entre los pocos “hombres” que han pasado por mi vida y lo he encontrado. También he hallado la razón de mi maldición... y yo misma la provoqué.

Hace más de doce años conocí a alguien. Yo era una adolescente risueña, habladora, bastante dicharachera... vamos, muy parecida a lo que soy ahora, pero con unos cuantos años menos. J era del pueblo de mi padre y sólo coincidíamos de vez en cuando en fiestas, puentes o algún fin de semana. Estábamos en la misma pandilla y nos llevábamos genial, siempre hablando, riendo, jugando... me gustaba. Buscaba cualquier excusa para estar un rato con él a solas, y siempre me resultaba fácil conseguirlo... debí caer en la cuenta de que me resultaba tan fácil porque él también lo buscaba, pero no supe verlo.

Aquél día de verano llegué con maleta; me iba a quedar una semana en casa de los abuelos y de paso tener unos días de risas con los amigos, y con J. Pero nada mas llegar al parque donde siempre nos veíamos una de las amigas me cogió del brazo y me apartó para comentarme algo... J había hablado con ella y le había dicho que yo le gustaba, y que iba a aprovechar que yo me quedaba una semana para declararse y ver qué pasaba. Lo que debía ser un motivo de alegría para mi se convirtió en un malestar incomprensible. Me asaltaron los miedos, el desasosiego... me acojoné. Fui cobarde, muy cobarde y muy imbécil, y dejé que el miedo obrara por mí, cogiera la maleta y me llevara de vuelta a casa... sin ni tan siquiera verle, sin hablar con él, sin dejarle que me hablara. Nunca más nos vimos de igual forma. Yo dejé de ir al pueblo, él conoció a otras... Hace siglos que no he cruzado una palabra con J. Ya no sirve de nada arrepentirse, además ha pasado mucho tiempo, los dos hemos cambiado y no sería para nada lo mismo. Pero ¿y mi actitud? ¿Por qué hice eso? ¿Por qué me marché justo cuando iba a pasar lo que yo quería que pasara? ¿Por qué coño tuve miedo y no me permití vivir el momento? Incomprensible.

Esa es mi maldición. Eso es lo que me pasa con los “hombres”, pero justo a la inversa. Mi actitud de aquél día se ha vuelto contra mí y lo estoy pagando con cada tío que se cruza en mi camino. Cuando intuyen que “algo puede pasar” se me acojonan y salen corriendo en dirección opuesta.

He repasado uno por uno todos aquellos con los que he tenido algo, o he podido tenerlo, los importantes y los pasajeros, a los que les he mostrado mis sentimientos y a los que no lo han sabido nunca... y no falla. Nexo común: se acojonan y huyen. ¿Por qué? No lo sé, igual que no sé por qué yo huí de J. En cuanto notan que sus sentimientos o los míos, o ambos, pueden ir a más, el príncipe se convierte en rana, o lo que es peor, en avestruz.

Prefiero a los “ranas”, que al menos dan sus razones de huida, por muy absurdas que sean: “eres demasiado buena para mí, te mereces algo más”, “temo no estar a tu altura”, “no quiero hacerte daño”, “no se lo que quiero”, “es perfecto, pero tengo miedo”... me ha resultado difícil encajar estas frases, pero al fin y al cabo he de entenderlas... son sólo excusas de cobardes, inseguros, seres con complejo de inferioridad... lo sé, fue exactamente lo que me pasó a mi con J... solo que yo fui “avestruz”, mucho peor.

Nunca más he sido avestruz, ni rana. Ya sé lo que es estar de los dos lados y ahora entiendo qué pudo pensar J cuando llegara al parque y le contaran que me había marchado... seguramente nunca pensó que me entró miedo, que yo también quería estar con él pero que yo misma me negué la oportunidad de vivirlo por falta de valor, de seguridad en mi misma, de absurdos complejos de inferioridad que él borraba con sólo mirarme. No, seguramente no pensó eso, sino que yo era una gilipollas por haberle hecho creer que me gustaba, una cobarde por huir sin ni tan si quiera dar la cara y hablar con él.

Nunca más he huido... pero la maldición me persigue y ahora son ellos los que huyen. Y mientras yo sigo aquí luchando contra ella, mi maldición personal, sabiendo que justo cuando parece llegar el que la rompa, el miedo puede con él y se evapora. Unos antes, otros después; unos ranas, otros avestruces. Y yo ahí, impasible a veces, desconcertada otras... pero siempre sabiendo que la maldición volverá y se cumplirá.

¿Acaso alguna vez alguno de ellos tendrá valor para romperla? No lo sé... tiempo al tiempo. Seguiré siendo maldita, Mujer Maldita, hasta que Él rompa el maleficio.

Y vosotras... el resto de las malditas... ¿cuál es vuestra maldición personal? Pensadla... creo que todas la tenemos y el maestro supo verla.