viernes, 25 de abril de 2008

La niña del castillo de arena

A veces nos empeñamos en complicar las cosas más sencillas. A veces, cuando intentamos explicar algo simple divagamos y damos mil vueltas a una idea haciendo que finalmente lo que se entienda sea justo lo contrario de lo que queríamos decir.

A mi me suele pasar… debe ser culpa de esta manía que tengo de expresarme escribiendo, con letras, donde me siento mas cómoda y creo que mejor plasmo lo que pienso. Pero a veces tanta letra y tantas vueltas hacen que la idea o el mensaje se pierdan o se mal interpreten. Es entonces cuando juego a comparar, a buscar metáforas que expliquen lo que quiero decir.

Ven, siéntate a mi lado y ahora pon tu cabeza en mi regazo, deja que te acaricie el pelo mientras te cuento una historia, ¿quieres?



Una vez, en una playa, una niña comenzó a construir un castillo de arena. Se sentó a la orilla del mar y cavó un hoyo poco profundo para hacer el foso… tenía prisa por verlo en pie. Con sus manos fue levantando los muros mientras imaginaba cómo sería la torre de la princesa, lo guapo que sería el príncipe, lo felices que serían viviendo en la corte… soñaba cuentos de hadas con final feliz. Pero de pronto subió la marea y cuando el castillo estaba a medio construir fue arrasado por una ola. El mar lo devoró casi entero… inundó el foso, dañó los cimientos… solamente dejó en pie parte de la torre de la princesa.
Entonces la niña lloró, lloró de pena, de rabia… el mar se había llevado de golpe todo lo que había construido con sus manos, así, sin avisar, injustamente. Se esfumaron con la espuma todos los cuentos que había imaginado. Quedó desolada y sin ganas de volver a construir otro castillo. Si el mar se lo había llevado una vez, ¿por qué no lo iba a hacer dos?, y ella no quería que eso ocurriera.
Pero aquella niña era tenaz, además de observadora, y quiso construir de nuevo el castillo sin temor a que las olas se lo llevaran. Sabía que la mar subía y bajaba con la luna y que si se quedaba tan cerca de la orilla de nuevo el agua lo inundaría todo. Entonces se apartó un poco y empezó a cavar de nuevo en la arena. Esta vez quería hacerlo despacio, sin prisas, cavando bien profundo para sentar buenos cimientos, y aprovechando la arena que sacaba para levantar una muralla alrededor del castillo para que nunca más las olas lo arrasaran. Esta vez lo haría bien, despacio, a conciencia, poniendo mucho cuidado en cada puñado de arena que apretara para levantar las paredes. Trabajaría con ilusión, con empeño, imaginando a cada poquito cómo quedaría su obra final, cuidando cada detalle con mimo. Tardaría más tiempo, si, pero lo lograría y el resultado final sería un castillo realmente maravilloso que todo el mundo admiraría cuando paseara por aquella playa. Bajaría cada día a la orilla para seguir su tarea. Si, era una niña, y a veces se distraería jugando en el agua con los demás niños o tomando el sol, pero nunca dejaría de lado aquel gran castillo que quería construir.

Allí la conocí, en esa playa, una tarde de lluvia en que, preocupada, trataba de proteger el castillo de las inclemencias del tiempo. Me agaché junto a ella, sonriendo, y le acaricié la cara.

- Te estás mojando, bonita, y te vas a enfermar. ¿No prefieres dejar el castillo e irte a jugar a otro lugar, con otros niños?
- No señorita, yo quiero construirlo y hacerlo muy grande, y muy bonito.
- Pero quizá haya tormentas, y el mar suba y lo arrase de nuevo.
- Por eso lo estoy haciendo bien, despacito, con mucho cuidado, apretando bien la arena, levantando una gran muralla alrededor para que ninguna ola lo tape.
- Bien hecho pequeña… así será difícil que lo destruya. ¿Y no prefieres construir otra cosa? Quizá barcos, o sirenas.
- No… yo quiero el castillo, porque es el castillo de mis sueños y voy a construirlo, aunque tarde mucho tiempo, aunque llueva muchos días y tenga que volver a reforzar los cimientos. Es lo que quiero señorita.
- Muy bien pequeña. Conseguirás levantarlo, lo se.

Y me fui sorprendida de la tenacidad de aquella niña, que aun sabiendo que el viento, el mar y la lluvia irían en su contra, se mantenía fiel a sus sueños y a sus propósitos. Estoy segura de que construirá el mejor castillo, un castillo de ensueño.


7 comentarios:

Shiry dijo...

Que linda historia.. y es que los chicos son geniales, te salen con cada cosa, a parte la inocencia y lo que te pueden llegar a enseñar por ahí es maravilloso.
Me saco una sonrisa la historia ;)
besiños ...

Anónimo dijo...

Espero que ese castillo no se destruya, con o sin principe

bessos

Angel dijo...

Buena historia..

alaluzdeunaluciernagaazul dijo...

Un ejemplo precioso de tenacidad y de como eso nos puede ayudar a consguir nuestros sueños y objetivos.

Precioso texto.

Un besito

Anónimo dijo...

mirate la peli el hombre de arena, te gustara muchisimo,,, te sorprendera y te llenara

gracias por invitarme a sentarme en tu regazo ;)

Patricia dijo...

shiry, me alegro de que sonrieras :)

Yaves... no dejaré que se lo lleven las olas ;)

Angel, merÇy.

A la luz... gracias ;) besito

Sergio, me tomo nota de la peli... siento la decepción, pero el regazo era para alguien especial... la historia va dirigida a ese ser especial.

Besos, y gracias

Jed dijo...

En el agua empezó la vida y en ella terminará, pobre pequeña ingeniera de quimeras, levantando muros para protegerse del exterior, cavando eternidades oscuras, y encerrándose en altas torres diminutas, dispuesta a tropezar mil veces con la misma piedra con lo simple que sería aceptar el camino de la naturaleza, y ser barrida por las sombras de salitre, como arena que somos.